jueves, 27 de febrero de 2020

Museo de historia natural de Beijing

Hace mil años que no escribo sobre el viaje que hicimos a Beijing. Y eso que me queda por lo menos la mitad por contar. Con esto del coronavirus, está claro que no es momento de alentar a nadie a hacer este pedazo de viaje, pero quiero que quede registrado en mi blog porque muchas veces los niños y yo lo usamos como álbum de los recuerdos. Así que retomo nuestra aventura china donde lo dejé.

Otra de las visitas que teníamos pendientes porque sabíamos que iba a fascinar a mis peques era el Museo de Ciencias Naturales. El de Madrid lo tienen idolatrado, así que este tenía que gustarles muchísimo por lógica.

Y así fue aunque eso de que estuviera petado de colegios dificultó mucho la visita. Y cuando digo petado, digo extraultramasificado, porque en Pekín las multitudes llegan a otro nivel que en España no podemos ni soñar.

Costaba avanzar. Menos mal que a medida que pasabas salas y más salas la cosa cambiaba un poco. Se ve que los colegios tienen visitas que no abarcan todo el edificio. No me extraña porque es bastante grande.

Las primeras salas estaban dedicadas a los dinosaurios y eran impresionantes y muy divertidas. No me extraña que estuvieran hasta arriba de niños felices y asombrados. Mis hijos eran uno más aunque se expresaran en otro idioma, porque aquí no encontramos ni un solo occidental. Me temo que por eso llamábamos la atención incluso más que en otros entornos en los que nos habíamos movido. Se ve que no es un destino para el turismo extranjero.

Pero nosotros seguimos a lo nuestro ignorando los flashes y los móviles que seguían nuestros pasos, seguramente grabando nuestras interacciones, que ya habíamos pillado a más de uno inmortalizándonos de esa manera en sus móviles con mayor o menor discreción.

Huesos, estatuas, dioramas, fósiles... la verdad es que esta parte del museo era muy completa y tardamos muchísimo en recorrerla. También porque, como ya dije, había muchísima gente.

Pero al fin llegamos a los mamíferos, igual de interesante que la zona que dejábamos atrás. Y de ahí al área dedicada a la flora, en la que descubrimos muchísimas curiosidades y plantas que desconocíamos. Era imposible intentar acelerar la visita porque todo nos llamaba la atención, si no era uno era al otro y si no a todos en general. Es lo que tiene visitar un museo de ciencias naturales de otro continente.

¡¡¡Hasta contaban con un pequeños acuarios!!! Espero que esos peces fueran sordos porque con el follón que había no sé yo cual sería la calidad de vida. El caso es que ellos nadaban tan tranquilos y acostumbrados al bullicio y emoción que suscitaban entre la chiquillería, y no tan chiquillería, visitante.

Fue una visita muy curiosa y que te sumerge en la vida local de golpe y porrazo, ya que, aunque tenían todo en chino y en inglés, no parecían muy acostumbrados a los occidentales. ¡Lo pasamos genial!












2 comentarios:

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