lunes, 9 de agosto de 2021

Gincana fotográfica

ROSA
Cuando los niños se aburren vienen directamente a darme la tabarra a mí. A mí. Muy pocas veces a su padre. Algo debo estar haciendo mal. El caso es que vienen a mí y yo les empiezo a recitar la retahíla de cosas con las que pueden entretenerse: "Bestiario de Pathfinder, Heroclix, los muñecos de Dragon Ball, legos varios, leer uno de los miles de libros de casa, dibujad, relatad vuestras pesadillas en un pocast!!! Yo que séeeeee!!! Que estoy trabajando!!! Gruaaaarl".

BUHO
A veces consigo engancharles a alguna actividad y otras se acaban yendo decepcionados con la actitud negativa de su madre (qué le vamos a hacer. Hasta las madres son humanas y se les acaba la paciencia). El otro día tuve suerte y di con la tecla del éxito total: la gincana fotográfica, una actividad que aúna creatividad, inspiración, tecnología y competición de la buena. 

CAOS

A ver, soy incapaz de elegir entre dos obras de arte hechas por mis fieras. El corazón pesa demasiado. Subjetivamente, para mí todo lo que hacen son maravillosos tesoros. Y eso les revienta enormemente. Por eso siempre buscan otros ojos más críticos y objetivos. Aunque siempre vuelven a mí cuando necesitan subir la autoestima. Porque, eso sí, yo acompaño todas mis opiniones con entusiastas explicaciones de por qué lo que tengo en mis manos en cada momento es una pieza única y maravillosa: el trazo, la originalidad, el dinamismo del dibujo, el uso impactante del color rojo...

LUZ
El caso es que, para este juego, les propuse algo nuevo. Las obras de cada uno me las presentarían desde el anonimato y yo elegiría libremente (esto tenía truco, por supuesto, pero eso os lo cuento más adelante). Más que entusiasmados se pusieron a la tarea y no supe de ellos en toda la mañana. Luego por la tarde incluso me pidieron más.

El juego consiste en darles una lista de palabras, algunas subjetivas como amor, desastre, caos o paz; y otras más objetivas como botones, flores, pelo o ingredientes...

Cada uno tendrá que conseguir hacer una fotografía que exprese el significado de esa palabra de la forma más original posible. Para ello, usaron sus tablets y recorrieron la casa de arriba a abajo para dar con las imágenes que mejor expresaran la palabra de turno.

Cuando terminaron vinieron a mí para que ejerciera de juez. Puse dos papeles encima de la mesa. en uno ponía 1 y en otro 2. Les pedí que pusieran cada tablet debajo de un papel. Votaría por los número sin saber de quién era cada tablet. Evidentemente, voté muy igualado cada número, aunque dejé ganar al que me pareció que lo había hecho mejor. Eso sí, la diferencia de puntos fue muy pequeña para que ambos quedaran contentos.

En la competición de la tarde hice ganar al otro y ya tuve a dos niños muy felices todo el día. Afortunadamente eligieron el mismo número que por la mañana. He de decir que ambos peques se esforzaron muchísimo por poner cara de póquer en mis decisiones como jurado para que no adivinara qué foto era de quién.

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