lunes, 8 de noviembre de 2021

El Museo de Burgos

Con la entrada del Museo de la Evolución Humana se podía entrar gratis al Museo de Burgos y allí que nos fuimos para aprovechar al máximo la mañana. El único problema es que los peques con uno ya estimaron que tenían más que suficiente y no le dieron ni la más mínima oportunidad. 

¡Y eso que tiene verdaderas maravillas! como la Tizona del Cid. Aunque una vez allí nos explicaron que Tizona eran un tipo de espadas y que la que ahí se exponía era tizona, pero no la del Campeador en concreto. Aún así nos pareció muy emocionante estar ante una Tizona... A los adultos, porque los peques iban de sofá en sofá y tiro porque me toca. Y eso en el mejor de los casos.

Si les pedíamos que continuaran o les llamábamos la atención hacia algún objeto concreto de la exposición que nos parecía curioso nos miraban con enfado y victimismo (mucho victimismo). Incluso abríamos el grifo a quejas y reproches sin fundamente directamente recogidos del enorme egoísmo infantil. Casi era mejor dejarles aburrirse a gusto en los sofás que encontraban en cada sala.

Aunque, como vieron que acabamos por ignorarlos, cambiaron de estrategia y empezaron las peleas territoriales por el sofá, aunque en algunas salas pudimos contar hasta tres. El caso era jorobar.

Así que yo alternaba el gusto por la exposición por las reprimendas a los pequeños troles. La verdad que había muchos objetos maravillosos expuestos. 

Nada más entrar nos encontramos con un patio lleno de columnas alucinante y se empieza el recorrido por los tesoros arqueológicos que allí guardan desde el paleolítico hasta la época visigoda. Si hubieran estado de otro talante, los niños hubieran alucinado con este paseo por la prehistoria y la historia, ¡pero no! ellos estaban dispuestos a ponérnoslo difícil.

De la historia damos paso al arte burgalés. También una maravilla. ¡Y hasta sorpresas encontramos! por ejemplo, una puerta esconde un guerrero musulmán por su otro lado. No te esperas encontrarte otra cosa que no sean motivos geométricos, pero ahí está él dispuesto para la pelea.

Y en todo momento no nos faltó el "Nos vamos ya, nos vamos ya, nos vamos ya..." de las fieras tocanarices; cuanto más me lo decían más dispuesta a pasar tiempo admirando la colección tenía yo. Algo así como: A ver quién aguanta más. 

La última sala la recorrí con muchas ganas de ahogarlos y ellos de asesinarme con la mirada , pero nos la recorrimos entera y yo con la más amplia y falsa de mis sonrisas: "¡Habéis visto esto! ¡Es alucinante!" y ellos "Nos vamos ya, nos vamos ya"... "¡Mirad! Una de las primeras versiones del juego que tenemos en casa!", "Novamosyanorvamosya", "Fijaos qué colores. ¡Impresionante!", "Nosvamosyanosvamosya", "¡Chicos! ¡¡La espada de El Cid!!", "Es falsa. Nosvamosyanosvamosyanorvamosya"...

Cómo se nos acabó el museo y lo iban a cerrar nos fuimos. Nada más pisar la calle el humor infantil cambió y se les veía a los dos de lo más animados. Y yo agotada, claro.

Camino del coche nos encontramos con otra pieza de museo: Una cabina de teléfonos... ¡de las cerradas! Los peques se metieron dentro sin esperar un segundo a tocar todos los botones y a hablar por el teléfono.

"Esto no funciona", me dijo el mayor. "Cómo va a funcionar si no metes monedas", le contesté yo. Ambos me miraron asombrados, "¿Aaah? ¿Qué funciona con monedas?". Ésta generación...






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