jueves, 11 de febrero de 2010

Mi hijo no me hace ni caso

Daniel es un niño de sonrisa fácil. No hay que hacer mucho para que comience a hacer alegres muecas, pero hay que estimularle. No empieza a sonreír cuando te ve. Vamos, que los gatos me hacen más fiestas cuando llego a casa que él cuando voy a recogerle a la guardería. Se limita a mirarme muy serio desde su sillita. Y si le hago alguna caricia se pone a chupar su chupete con más ansia, pero nada más. Hasta que no llegamos a casa, le saco del carro, le quito el abriguito y me refiero a él con grandes aspavientos, besitos y voces tontas no se digna a dedicarme ni una pequeña sonrisita.

El otro día le tocó a Raúl ir a buscarle a la guardería porque yo tenía que ir a la nueva guardería a reservar plaza. Cuando regresé de hacer la gestión me los encontré a los dos sentados en el salón viendo la tele (conmigo no hace eso ni en broma. Se retuerce y hace ruiditos hasta que me levanto para pasearle por toda la casa). Muy contenta de verle me dirigí a Daniel como cualquier otra madre emocionada con su bebé. Pero el muy borde sólo apartó la mirada de la televisión un segundo con cara de “qué hace esta loca” y luego la volvió a fijar en la caja tonta. No me hizo ni caso. Después de dejar las cosas y ponerme cómoda le cogí para darle un apretón cariñoso y ahí sí que reaccionó. Menos mal.

A veces me da la impresión que a este niño le da igual quien le coja o le haga las gracias. Lo de haberlo llevado nueve meses en la barriguita no es determinante para él. A lo mejor me tiene un poco de rencor por haber sido tan dinámica durante el embarazo. Quién sabe.

2 comentarios:

Me encanta saber lo que piensas.