sábado, 20 de febrero de 2010

Sensibilidad a flor de piel

No sé por qué. Desde que tengo a Daniel conmigo me he vuelto más sensible. Puede que sea el sueño que llevo acumulando desde la fase final del embarazo. Eso es lo único que me estorba en mi relación con el pequeño. Si no fuera porque cuando parece que ya la cosa va bien y el enano pega el ojo un buen rato llega algo que estropea esta idílica situación. En este caso un batallón de mocos despierta al bebé a las horas más intempestivas y el ronroneo de su pequeña naricilla me tiene en vela toda la noche.

Así que tengo los nervios de punta y la sensibilidad a flor de piel. Hay días que en vez de hablar bufo y otros que se me cae la lagrimita por cualquier tontería. En el trabajo cada vez que leo alguna noticia donde el protagonista es un niño se me encoge el alma (Y en mi trabajo se leen muuuuchos periódicos). Ya no puedo ver películas en las que oiga llorar a un bebé. El otro día me quedé con el tenedor en suspenso en media cena porque un niño berreaba en la calle.

Supongo que mi vida se normalizara poco a poco cuando empiece a dormir mejor. Y deje de preocuparme por todo lo que rodea a mi bebé.

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