jueves, 18 de noviembre de 2010

Llora, patalea...

Con estos días de lluvia no me queda otro remedio que llevar al chiquillo al centro comercial cuando acaba la guardería. Meterlo en casa es desquiciante para los dos. Con lo a gustito que se está en el sofá las tardes de lluvia. Pero eso mi hijo aún no lo entiende y no para hasta que logra salir a la calle. Y si no lo logra llora y llora ante la puerta hasta cansarse.

Los centros comerciales no están hechos para bebés inquietos. desde luego no para el mio. Y creo que las compañeras de maternidad que a veces me acompañan en la ardua tarea de entretener a sus bebés piensan lo mismo.
Le llama la atención todo lo peligroso, quiere entrar en las tiendas, molesta a la gente que se está tomando tranquilamente algo en las cafeterías, se mete entre las piernas de los viandantes, se empeña en coger guarrerías del suelo... Y si osas impedir que haga lo que le venga en gana tenemos una pataelta tras otra. Y venga a llorar y retorcerse, y venga a gritar y pegarme. Uf, demasiado estrés. Qué ganas de que vuelva el buen tiempo y volver a nuetsro querido parque infantil. Dónde puede hacer el burro lo que quiera. O casi. Porque allí tampoco le está permitido coger basurillas del suelo.

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