lunes, 4 de marzo de 2019

¿Y tú qué pintas?

El viernes por la tarde, después de intentar conciliar al límite todo el día con dos fieras revoltosas, decidí llevármelas al parque para que quemaran energías y les diera un poco de vitamina D directa del sol. Era justo lo que necesitaban. Enseguida se pusieron a correr, saltar y trepar. Se ve que se sentían encerrados y por eso me dieron la murga hasta el extremo.

Yo no les quitaba el ojo de encima porque daba la impresión que se me iban a salir del parque con tanto entusiasmo. Mira que ya son mayores, pero aún así sigo sin fiarme.

Tras un buen rato empezó a refrescar y, cómo habíamos salido con poca ropa porque hacía un día buenísimo les fui a buscar para volver a casa. Pero no me lo iban a poner tan fácil. Ellos estaban tan pichis con sus carreras, pero yo ya empezaba a quedarme pajarito.

Se me encendió la bombilla y les sugería acercarnos a La Vaguada a comprar la cena de esa noche. Así daban un buen paseo, ellos se acababan de cansar y yo entraba en calor. Les encantó la idea. De camino iban barajando diferentes posibilidades de menú, todas sanísimas (ironía modo on): Nachos, hamburguesa, pizza, perritos calientes, fideos chinos preparados...

Poco antes de cruzar la puerta del Alcampo nos llamó la atención un espacio que habían montado los de La Vaguada con lienzos y pinturas cuyos carteles rezaban ¿Y tú qué pintas? En el stand exponían versiones de cuadros famosos muy chulas y había bastantes niños dándole al pincel. El mayor enseguida se apuntó. Es de lo más voluntarioso, pero el pequeño se escondió detrás mía por si acaso le invitaban a participar. No es tan lanzado.

Daniel se fue con una de las monitoras, eligió un cuadradito de una imagen cuadriculada del Beso de Klimt y se puso manos a la obra para reproducirlo. El peque quería pintar, pero no esforzarse mucho (¡que raro!), así que se dedicó a pintar naranja a tope y encima puntos negros. Iván, comprobó de cerca que la cosa no era tan difícil como parecía y al final se animó con otro cuadrado naranja con pintitas negras.

Cuando acabaron les dijeron que sacaran un pincel de un bote y según el color del a pintura que tuviera en las cerdas les daban un regalo u otro. Ellos salieron de allí con una taza termo y una linterna de las que no necesitan pilas más felices que unas perdices. La pena es que sólo estaba hasta el 3 de marzo y no me enteré antes porque yo soy así de despistada. Tengo que estar más atenta.

Me parece una idea genial para hacer con los niños, incluso en casa. Sólo hay que imprimir una obra de arte cuadriculada y que los peques la reproduzcan.

La verdad es que fue una taller de arte inesperado de lo más divertido. Y de allí, ya sí que fuimos a por la cena: Pizzas, nachos con guacamole y yogurt de chocolate. Sólo diré que esa noche les dolió la barriguita a los dos y al día siguiente tocó dieta blanda. Lo excesos se pagan.

2 comentarios:

  1. q actividad mas chulaaaaaa!!!! me encanta!!!!
    la cena tb me gusta y creo q me hubiese pasado lo mismo q a ellos a la noche :(

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    Respuestas
    1. Si es que no tenemos medida jajaja
      Lo nachos son un vicio ;)

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