domingo, 12 de julio de 2020

Segunda aventura de Misterios de Arkham

El mayor de los churumbeles se empeñó en que quería una noche de ludojuerga a tope. Sus sufridos padres intentamos quitarle la idea de la cabeza con sólidos argumentos, como por ejemplo "Eso mismo lo podemos hacer de día", a lo que él contesto: "Eso es menos divertido..." ¡Y menos cansado! Buuuuf

El caso es que tanto tanto insistió que medio accedimos. Para aprovechar la coyuntura terminé la segunda aventura que les estaba preparando del juego de rol en vivo que quiero presentar para el concurso de roleras de Ht Publishers. Estoy on fire con eso, pero tengo que parar de crear y ponerme en serio a pulir porque si no, ¡no voy a acabar nunca!

El caso es que después de cenar, mientras ellos intercambiaban oveja por adobe jugando al Catán, yo recogí la cocina a la velocidad de la luz y preparé la nueva aventura. Cuando acabaron la partida a mí ya me quedaba muy poco para terminar. Y tardé algo más porque no paraban de meterse en medio de mis actividades muertos de la curiosidad.

Esta vez dejamos los disfraces de lado porque hacía un calor inaguantable y no estábamos como para ponernos más ropa encima. El único atrezzo que admitieron fue el perrito de uno de los personajes, que le ayudaba a investigar. El único que cambió de personaje fue Daniel, que se cogió uno muy útil para esta partida en concreto. Uno de los dos nuevos que había introducido a la medida de los retos que se iban a encontrar.

De nuevo se convirtieron en niños investigadores de Arkham listos para esclarecer el misterios que tenían entre manos y llevar a cabo una peligrosa misión. Hubo sorpresas, sobresaltos, sacrificios, desesperación, difíciles decisiones morales, sufrimiento y muchas risas... Los tres investigadores acabaron con una locura en su haber y uno de ellos se quedó a un punto de acabar como un fantasma, pero lograron realizar la misión y contestar correctamente a ocho de las diez preguntas, poniendo teorías en común y deliberando sobre las pistas recabadas. No fue fácil porque había algunas falsas que les llevaron por el mal camino.

Al acabar me aseguraron que les había encantado y me felicitaron por haber mejorado la anterior y corregido los fallos que me habían apuntado. De ésta, me dijeron que había poco para curar cordura (justo lo que me habían criticado de la anterior, que había demasiado ainsss) y que se habían encontrado con pocos monstruos (para la próxima les pongo una semilla estelar nada más cruzar la puerta).

Tras la aventura de terror y misterios, nos echamos un Ikónikus que acabó siendo un poco surrealista, supongo que los niños seguían imbuidos por el espíritu lovecraniano. Gané yo porque les conozco bien y supe elegir bien mis cartas muahahaha.

Luego, pusimos en juego al Aviador Loco, para el que se necesitan muy pocas neuronas activas. Hicimos un maratón hasta las mil golpeando nuestras palanquitas para hacer volar al maldito piloto que la tenía tomada con nuestras gallinas. Encima Daniel le pillo el truco a una técnica destroyer que se cargaba la tres gallinas del competidor de enfrente de un sólo golpe, con lo que tuve que cambiarle el sitio al pequeño para que no llegara la sangre al río.

Cuando me cansé del maratón, porque ellos querían seguir hasta el amanecer, el padre propuso poner la peli de Indiana Jones en busca del Arca perdida. Por supuesto, todo formaba parte de una plan malvado para que se quedaran fritos y quedarnos liberados para meternos en la cama tranquilamente.

Plan que funcionó a la perfección y que nos valió muchas protestas y regaños al día siguiente. Terminaron durmiéndose sobre las cuatro de la madrugada y, aún así, a mí me despertaron sobre las 10 de la mañana. ¿Son robots con pilas Duracell? ¿O qué?

Y encima, están empeñados en repetir la experiencia porque no llegamos a ver el amanecer. ¡¡¡¡Ni de bromaaaa!!!

Aquí os cuento como fue la primera partida a Misterios de Arkham

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