jueves, 3 de marzo de 2022

Trebuchet Park

Desde el Castillo de Belmonte se accede directamente a Trebuchet Park, el parque de armas de asedio a escala real más grande del mundo. La entrada supone un sobrecoste de 3 euros sobre la del castillo y ya os digo que merece la pena 100%.

Primero nos dimos una vuelta por nuestra cuenta admirando las armas expuestas y flipando porque las había realmente curiosas. El padre nos contaba las curiosidades que iba leyendo en lo carteles mientras los peques corrían de una a otra y yo intentaba juntar al rebaño. Una locura, pero es que estaban entusiasmados con todo lo que veían.

Accedimos por una puerta lateral del muro del castillo y descendimos por un camino adornado por un inquietante cartel que rezaba "Bajada peligrosa". Ya os digo que las fieras ni lo vieron antes de bajar dando botes por la infernal cuesta escalonada. 

De nada sirvió que me desgañitara para hacerles volver e ir por le camino recomendado. Hasta el padre de las criaturas pasó de mí y emprendió el peligroso camino sin amilanarse. Pues nada. ¡A la aventura!

Afortunadamente llegamos a la zona de exposición sin accidentes. Allí nos esperaban 40 reproducciones de máquinas de asedio, construidas siguiendo mapas históricos y todas operativas en mayor y menor medida. Ya que algunas, en palabras del guía tenían algún desperfecto, ya fuera por el uso, por algún error de un operario o por cafrería del público visitante.

No son originales que nos lleguen de su tiempo histórico, porque estaban concebidas para durar poco y una vez cumplida su función se desechaban. Pero eso no les resta ni una pizca de interés. Lo más curioso de todo es que, a pesar de ser operativas, algunas tenían fallos de funcionamiento porque los ingenieros que las idearon no solían plasmar todo en el plano de construcción para evitar plagios. Ese era el caso de una de las máquinas ideadas por el mismísimo Leonardo da Vinci, que se desestabilizaba por el impulso que cogía la lanzar. Y no es que el genio del renacimiento hubiera cometido un error, sino porque era precavido. Si alguien quería construir la máquina que le contratara.

Las armas se organizan dentro de cuatro zonas delimitadas: Mundo cristiano, Mundo musulmán, Mundo oriental y Renacimiento. Todas igual de interesantes, pero la última tiene como curiosidad que esas armas muy pocas veces fueron usadas, incluso construidas, ya que convivieron con las armas que usaban pólvora y no eran rivales para ella. Se ideaban más bien para demostrar la habilidad de los ingenieros.

Todo esto nos lo contaron en la visita guiada, a la que acudimos por la tarde. Merece muchísimo la pena escuchar al guía explicar las piezas más destacables de la exposición, contar emocionantes capítulos de la historia en la que destacaron y, lo más emocionante de todo", disparar la catapulta más grande y alta que hayamos visto en nuestra vida. Para hacerlo tuvo que pedir ayuda a los asistentes. La prepararon entre cinco adultos y tardaron casi 10 minutos. ¡Imaginad en su momento el esfuerzo, trabajo, sudor y sangre que suponía mantenerla en constante movimiento para socavar los muros de las ciudades asediadas.

Porque lo de hacer conseguir hacer una brecha en las defensas de una ciudad no era cosa de un día. Los asedios más cortos solían durar unos cuatro meses y el más largo que se conoce duró 33 años. ¡Casi nada! El problema es que los atacantes no tenían forma de cortar el suministro por mar, así que podían resistir lo que quisieran. por lo visto, el sitío terminó porque los marroquíes se cansaron y se fueron.

Nuestro guía siempre intentaba ilustrar sus explicaciones con anécdotas curiosas como el hecho de que en un asedio una de las catapultas (de las más antiguas y con menor precisión) acertó a un caballero que dirigía el ataque pulverizando su cabeza. Este hecho fue visto como una señal divina que desaprobaba el ataque.

También contó que un general se fijó en que las palomas que vivían en la ciudad iban a beber a un lago cercano fuera de las murallas de la ciudad. Ordenó que atraparan todas las que pudieran, les colocó una artefacto incendiario y les prendió fuego el muy bestia. Los pobres bichos volvían a morir a su hogar e incendiaban unos cuantos techos por el camino.

Una pena que la memoria no me dé para más y poder contaros más detalles. Nuestro guía lo contaba todo con mucha gracia y desparpajo. Tenía a las fieras bebiendo de sus palabras y muy entusiasmados con todo lo que oían.










2 comentarios:

Me encanta saber lo que piensas.