martes, 24 de enero de 2017

La cabalgata de Reyes en Las Palmas G.C.

Después de ver llegar a los reyes Magos en barco a la isla no nos podíamos perder su desfile tradicional. O eso pensaban el pater de familia y los niños, porque yo me hubiera quedado a verlos cómodamente desde el sofá. Pero noooo. A eso de las ocho de la noche, cuando mejor estaba con mi pijamita puesto, se les ocurre que hay que vestirse y salir a la concurrida calle.

La cabalgata empezaba a las cinco, pero termina por donde vive mi madre y tarda más de tres horas en llegar. El caso es que llegamos con dos niños hiper emocionados y todavía no había mucha gente, así que cogimos sitios en primera fila. Hasta ahí todo bien.

El caso es que no había mucha gente porque aún hubo que esperar casi una hora para ver pasar la primera carroza. Yo ya no sabía que hacer con los peques, que saltaban, corrían, gritaban y se portaban como los salvajes aburridos en los que se habían convertido. Para más inri, se ve que ha vuelto la moda del spray pringoso asqueroso y casi todos los niños llevaban uno. Mis chicos suspiraban porque les comprar uno, pero yo no cedí ni un poco. ¡Lo que faltaba! Si los que ya tenían uno en la mano la estaba liando parda pardísima. El aburrimiento es bueno en ocasiones, pero en otras puede ser terrible.

Tras aguantar hilos de gel cayendo a escasos centímetros de mi cara, dos niños perretosos, empujones sin fin de la gente que quería cruzar o colarse disimuladamente, apretujones porque los que llegaban luchaban con uñas y dientes por su primer puesto aunque ya no cupiera un alfiler... Por fin empezó la cabalgata, con ayudantes entregando caramelos en mano a unos peques entusiasmados y empujándolos lo más suave que pudieran para evitar desgracias. Los pobres venían hasta las cejas del gel del spray y con una cara de vinagre que echaba para atrás.

La policía era la más damnificada con la guarrería esa. No sé ni como podían ver para dónde iban. Uno de los agentes paró la moto para que lo peques se subieran a ella y tuvieran su momento especial, pero sólo le dio tiempo de montar a dos criaturas antes de que los organizadores le pidieran que continuara.

A mí ya me dolía todo de aguantar el tipo. Encima, nos vimos invadidos por una jauría de niños que no tenía ni idea de dónde habían salido y que ocuparon puestos delante de mis hijos. Daniel no se amedrenta ante nada y enseguida recuperó su posición, pero yo estaba de los nervios con la cercanía de las carrozas y lo hice volver para atrás. Si total, eran gigantes y se veían bien.

La misma idea debió de tener una de las madres de los invasores porque se desgañitó pidiendo a su churumbel que se hiciera para atrás y, como el peque hiciera oídos sordos, arrasó con quien tuvo el valor de meterse en camino y de un manotazo en la frente mandó la cabeza de su hijo hacia atrás produciendo un choque con la frente del mío. Yo alucinaba. Eso fue el detonante para que Daniel se deshiciera de mi abrazo y volviera a primera fila. Bastante tenía con el golpe que se había llevado. Como veía que los ayudantes cuidaban de su distancia de seguridad le dejé hacer jurando entre dientes y maldiciendo a la madre ogro en arameo.

Aunque no sé si peor me sentó la madre listorra que metió a su hijo pequeño en primera fila de un empujón y, cuando el peques estaba abducido por el espectáculo, se dedicó a llamarlo para que volviera a su lado. Evidentemente el chiquitín ni caso le hizo con lo que aprovechó para adelantar puestos con la excusa.  "Aaaay, si no viene él tendré que ir yo jijiji. No le voy a dejar solo, que es muy pequeeeño". Y allí que se plantó ella delante de otros niños para que el chiquitín que habían catapultado a los primeros puestos minutos antes no estuviera solito.

Y yo echando espuma por la boca. "Tranquila, Dáaacil" oía a Raúl a mi lado apretándome el brazo. Se pensaría que iba a empezar a morder cual zombi rabioso, pero yo paso, que no me vale la pena enfrascarme en un enfrentamiento cuando mis hijos están disfrutando igual de la cabalgata y sin pisparse de nada. Así que me contuve y sólo solté algún que otro comentario despreciativo en voz muy alta que fue convenientemente ignorado en cada ocasión.

Después de gritar a los reyes Magos lo buenísimos que habíamos sido todo ese año, pasaron las últimas carrozas y por fin se acabó el sufrimiento. El mío, porque los hombres de la familia volvían tan felices muertos de risa al oír mis gruñidos: "El próximo año no contéis conmigo, prefiero enfrentarme a un ejército de demonios sedientos de sangre en el mísmisimo infierno que a la legión de padres con el lema "Primer puesto o mueeeerte. Y si cae algún chiquillo que no sea el mío gruaarrrl".

Repito: con lo bien que se ve la cabalgata en la tele.

6 comentarios:

  1. ¡¡Cómo te entiendo!! yo nunca he sido de multitudes, será porque como soy chiquitilla, me ha agobiado siempre mucho el hecho de estar rodeada (y apretujada) de gente casi siempre más alta que yo, siento que me falta el aire.
    Yo este año con el catarrazo que tenía, me libré ;-) fueron el papá y el padrino de la nena.

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    1. Yo también soy chiquitilla y multitudfóbica. Sobre todo porque la gente tiene unos comportamientos muy extraños y censurables cuando se trata de guardar un orden ainsss

      Me alegro de que te libraras, pero siento que haya sido por un catarro. Espero que estés totalmente recuperada. Besos!!

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  2. Aiss como te entiendo. La de cabalgatas que me chupe con mi hija. Era como ir a la batalla. Y por supuesto los peores los padres y alguna gente mayor. Pero la ilusión de mi hija lo compensaba.
    Un besin desde Asturias.
    Feli.

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    1. Es por la ilusión de los peques que vamos. La verdad es que es muy bonito verles la cara cuando aparecen los reyes en persona. no tiene precio. Y bien puedo aguantar un poco a padres poco civilizados ;)
      Aunque si me dan a elegir, que vaya el padre con ellos jajaja

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  3. Buffff. Por ese tipo de cosas odio ir a sitios donde hay mucha gente. Siempre termino agobiada o de mala leche por culpa de algún abusón sin educación ninguna. Besotes!!!

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    1. Eres de las mías!! yo también me pongo negra. Y más cuando veo que el resto le quita importancia. A lo mejor soy yo que me tomo todo demasiado a pecho grrr
      Besazos!

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