miércoles, 3 de junio de 2020

Cuando la mascota fallece

Que post más difícil. Y que poco me apetece escribirlo. Pero pienso que a lo mejor le sirve a alguien que esté en la misma situación.

Que las mascotas vivan menos que sus dueños es lo más normal. Deberíamos tenerlo asumido. pero en mi caso me cuesta mucho. Es la tercera vez que paso por esto y ya no creo que tenga más mascotas porque se sufre demasiado cuando llega este momento. El primero que me dejó destrozada con su marcha fue mi perro Odie, el perro de la familia. Llegó a nosotros cuando yo tenía 16 años y se convirtió en un miembro más desde el mismo segundo en que puso sus patitas en nuestro salón. Todavía vivía cuando nos decidimos a adoptar a una joven mamá gato y a su lindo gatito: Missi y Fantasma.

Bueno, pues el domingo nos dejó ese lindo gatito después de quince años de convivencia y ha sido durísimo. A lo mejor un poco más doloroso porque con la cuarentena el roce ha sido aún mayor que de normal (o puede que hubiera sido igual sin cuarentena, no sé).

El hecho es que los niños se han pasado toda su vida con él. Cuando nacieron ya estaban ahí Missi y Fantasma. Y cuando la primera nos dejó Iván era demasiado pequeño, pero Daniel lo pasó muy mal. Supongo que gestioné fatal el asunto, pero fue porque yo tampoco asumí el final inminente. Pensaba que se curaría y volvería a casa la misma gatita cariñosa de siempre. Pero la noche que pasó ingresada en la veterinaria falleció pillándonos a todos por sorpresa.

El mayor me lo estuvo echando en cara muchos años. No se despegaba de Fantasma con miedo por si se moría y él no podía despedirse. Realmente lo hice muy mal y me prometí gestionarlo mejor cuando le llegara al hora al gato, que esperaba que fuera dentro de mucho muchísimo tiempo.

Con Fantis fue todo diferente desde el principio del fin. Por octubre le detectaron varios tumores y no le dieron muchas esperanzas de vida. Le recetaron una medicina que le aliviaba los vómitos y que nos costaba la vida administrarle por medio de engañifas (en el agua o en la comida). Decidimos no decirles nada a los niños en ese momento porque, la verdad, es que al gato se le veía al 100%: saltando, jugando, pidiendo mimitos a maullidos... como siempre.

Con el tiempo comenzó a adelgazar, pero seguía tan activo como siempre. Hasta que llegó el viernes. Ese día el gato amaneció cansado y mucho más delgado (¿Se puede adelgazar tanto en una noche?) Se pegó el día tumbado al lado de unos o de otros y dejó de comer.

Ese día Raúl y yo nos miramos aterrados, por perder a Fantis y por los niños, pero estos últimos no quisieron ver lo evidente y siguieron tratando al gato como siempre. El sábado se levantó mejor, pero hacia el mediodía comenzó a buscar rincones para esconderse. Nosotros ya habíamos contactado con los veterinarios porque los indicios no podían ser más claros. Y ahí fue cuando Daniel se dio cuenta. Me llevó aparte y me lo soltó a bocajarro: "Mami, Fantasma está haciendo lo mismo que Missi, ¿se va a morir?". No hizo falta ni que hablara porque se me saltaron las lágrimas. Y a él también, claro.

Nos encerramos en su habitación y le dejé que llorara y se lamentara. Luego redirigí la conversación a muchos de los buenos momentos memorables que hemos vivido con él y pareció calmarse un poco, aunque se le veía intensamente triste. Me pidió que no dijera nada a Iván porque sabía que le iba a afectar mucho. Pero era demasiado tarde porque el pequeño no es sordo y había oído los llantos del hermano. Vino corriendo para consolarlo muy preocupado. Daniel no le quiso decir nada, pero insistió tanto que al final se lo dije yo con todo el tacto que pude. Más lñágrimas, más lamentos, mas palabras de consuelo... Y lo dos acariciando al pobre gato que a nuestros lloros había acudido desde su rincón para animarnos.

Hablamos muchísimo de él, y de Missi, su madre. Decidieron que le harían una altar muy grande para verlo todos los días. Me pidieron un montón de fotos y vídeos suyos. Y más lágrimas...

Fue un día muy muy triste para todos con dos adultos muy agobiados por distraer a los niños. Por la noche Fantasma nos rehuía todo el tiempo. Ya teníamos cita para llevarle al día siguiente a que le pusieran la inyección (una decisión horrible que estamos obligados a tomar cuando les vemos tan mal). A la hora de dormir metí a los peques en mi cama y estuvimos charlando de temas que les gustaran hasta muy tarde. Raúl se fue a dormir a la cama de uno de los niños.

A eso de las dos de la madrugada escuché al gato salir de la bañera, donde llevaba metido un buen rato, y darse una vuelta por la casa. Al rato volvió a meterse en la bañera (ágil hasta el final). Pasó muy poco tiempo desde ese momento hasta que oí que hacía unos ruidos extraños y tuve la seguridad de que se había muerto. No sé por qué. Los niños dormían profundamente y yo no me atrevía a levantarme, pero al final lo hice y comprobé que ya no respiraba.

Desperté a Raúl y lo envolvimos con mucha delicadeza en una toalla muy grande. Es curioso, pero aún sabiendo que ya no está en ese cuerpo nos es imposible desligarlo del todo. Volvimos a dejarlo en la bañera porque no sabíamos que más hacer.

No pegué ojo en toda la noche y salí de un salto de la cama en cuanto oí removerse a los niños. Como ya sospechaba su primer impulso fue buscar al gato. Les informé abrazándoles que Fantis ya no estaba con nosotros y me negué a enseñarles el cuerpo cuando lo pidieron. "A Fantasma hay que recordarlo vivo y en momento felices", les dije. Espero no haberme equivocado, pero en estas situaciones tan tristes, que no sabemos cómo les afectan, porque para cada uno es diferente, no existen las soluciones ideales.

Raúl se fue con el cuerpo del gato y todas sus cosas al veterinario en cuanto abrieron (a pesar de ser domingo tenían cita con nosotros). Ellos se encargarían de donar los enseres y comida (muchísima porque yo tenía al esperanza de que estuviera con nosotros mucho tiempo más) a una asociación a ayuda a los animales. Los niños protestaron muchísimo porque querían dejar las cosas del gato donde estaban para siempre, pero les hicimos entrar en razón. No íbamos a sentirnos mejor, ni recordarle más por no quitar su platito.

Ante nosotros se perfilaba otro día extremadamente difícil, tanto porque estaba destrozada, como porque no sabía muy bien cómo tratar a los niños. Daniel lloraba y hablaba por los codos, que si Fantasma esto, que si Fantasma lo otro... No me daba respiro. E Iván aprovechaba cualquier ocasión para esconderse a llorar lágrimas silenciosas (es que me partía el alma). En una de esas ocasiones me preguntó: "Mami, Ya no podemos volver a ser felices. ¿No?". Le expliqué que sí, que claro que podíamos ser felices y reirnos sin sentir culpabilidad. Primero porque Fantasma prefería que fuera así y segundo porque es ley de vida que personas y animales a los que queremos con locura no dejen y aún así la vida tiene que seguir.

En algún momento del día se me acercó uno u otro para contarme sus pecados con el gato: "Tenía que haber jugado más...", "Tenía que haberle tratado mejor...", "Tenía que haberle hecho más caso..." Y yo les escuchaba y les dejaba tranquilos con respecto a sus dudas: Fantasma era un gato mimado, querido y muy bien cuidado.

Todos sabemos que fue un gato con una vida privilegiada y mucho amor a su alrededor, pero eso no mitiga el dolor de su pérdida. Sólo el tiempo lo hará. No le vamos a olvidar, pero al menos dejaré de verlo en cada rincón, o de escuchar sus patitas por el pasillo o de esperar verlo aparecer en cualquier momento.

Y sí, con los niños hemos recurrido a turnos de videojuego extra, chocolate para levantar el ánimo, la compra de algún regalo sorpresa y atención extra. Para ellos será más extraño aún vivir la vida sin Fantasma que para nosotros.

La verdad es que quería escribir este post para contaros como llevamos el tema de la muerte de la mascota y los niños, pero al final me ha salido esto. No sé si ayudará a alguien, pero a mí sí que me ha ayudado escribirlo.

12 comentarios:

  1. Nunca es fácil despedir a un ser querido. Lo sentimos un abrazo.

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    1. Muy difícil, sobre todo cuando se hacía notar tanto... Muchas gracias

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  2. Siento mucho vuestra pérdida :(

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    1. Muchas gracias. Es difícil no pensar que va a aparecer de repente. Buuuf

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  3. Lo siento mucho... aquí estoy llorando, por mi gato Zeus, por Goe el perro de mi hermano y por Puri la tortuga, todos compartieron algún momento de mi vida y ya no están...

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    1. Se les quiere muchísimo. Es que es como si siempre estuvieran ahí. Cuando entraba en casa siempre venía a recibirme, me seguía por toda la casa ¡hasta en el baño!, se tumbaba en mis piernas en cuando me sentaba... Yo que sé. Es muy difícil seguir el día a día sin su compañía. Te entiendo perfectamente. Por eso mismo no quiero más mascotas en casa.

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  4. ¡Qué pena!!!! Lo siento mucho!!!!se me saltan las lagrimas.
    La verdad es que ¡son lo mejor los animalitos!!!!
    Cuidaros y acordaros siempre de él, estoy segura que él siempre os estará agradecido y os ve por un agujerito y no quiere que estéis tristes.
    Un beso y un abrazo.

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    1. Muchas gracias. Sé que nos entiendes a la perfección. Le echamos muchísimo de menos.

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  5. Lo siento muchísimo. Nosotros estamos pensando precisamente en tener un gato. Y en tu post, además de una enorme tristeza, también se aprecia que era un miembro muy querido de la familia. Gracias por compartirlo, pues paradójicamente nos ayuda a decidir que si. A pesar de la tristeza que algún día llegará. Muchos besos a toda la familia

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    1. Son unos destrozones y hay veces que te la lian parda, pero los momentos buenos son buenísimos y no tienen precio. Te dan mucha tranquilidad. A Fantasma le llamaba a veces mi vaquita antiestrés jajaja. Y Misi tenía la costumbre de tumbarse en tus pies en invierno y te los calentaba. Era más linda... Su compañía es un regalo, pero se van demasiado pronto...

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