martes, 7 de julio de 2020

Cogiendo cerezas en Covarrubias

De forma un poco improvisada, decidimos darnos el salto al pueblo este fin de semana. Pesó mucho en la decisión final la tonelada de meaburros que nos soltaron los peques durante la semana. 

Si es que los pobres no están acostumbrado a tanta tranquilidad. Y este verano está siendo extremadamente tranquilo. Somos de los que hemos parado todos los planes por miedo al coronavirus. 

Seguramente es muy exagerado por nuestra parte, pero sacrificar un verano no nos parece un precio muy alto en pro de nuestra tranquilidad. 

De todas formas, contamos con que Covarrubias siempre está ahí, a un tiro de piedra. Y no hace falta planificar mucho para llenar el coche de maletas y plantarnos allí. Lo de ir a Canarias, ya nos ha parecido más complicado y lo hemos dejado correr cruzando los dedos para poder ir en Navidad. ¡Cómo echo de menos a mi familia!

En fin, que me disperso. El caso es que nos dimos el salto al pueblo para que los peques se oxigenaran y nosotros disfrutáramos del frescor de la noche, porque en Madrid, ahora mismo, el frescor es una leyenda urbana. No se puede salir a la calle antes de las 10 de la noche si no quieres fundirte en el asfalto. Yo sigo en mi línea exageradita.

La verdad es que por allí también hace calor, pero nada que ver. Y en cuanto cae el sol se está de lujo. Dormí a pata suelta y no me avergüenza decirlo. Un gustazo.

Aprovechamos para dar paseos tranquilos e ir a coger cerezas a los árboles de la madre de Raúl. Algunos ya habían sido visitados por espontáneos (nos da igual porque no nos dedicamos a venderlas, que las disfruten), pero había dos que estaban cargaditos, cargaditos. 

Como que nos volvimos con cuatro cajotas enormes llenas de esta deliciosa fruta (de mis preferidas). Luego estuvimos la mar de entretenidos limpiandolas de ramas y hojas y seleccionando las buenas.

Fue divertido ir a por ellas. Los peques se cansaban a veces y se ponían a correr y jugar, mientras nosotros seguíamos a lo nuestro. Una cerecita para la bolsa, otra para la boca, una para la bolsa...

"Mami, ¿puedo comerme una?" "Nooooo, que hay que lavarlas primero... ejem", es que mi estómago está más endurecido, calloso... Más acostumbrado a la fruta sin lavar... De todas formas, luego se pusieron finos con las cerezas ya lavaditas.

La recogida de cerezas y los paseitos fueron lo mejor de la escapada porque por lo demás los niños siguieron con sus meaburro y sus enganchadas a la tele en cuanto tuvieron la oportunidad. Tanto llorar por un patio, tanto llorar por un patio, y cuando lo tuvieron al alcance de la mano no lo aprovecharon para nada. Que hacía mucho calor alegaban agarrando el mando.

En una ocasión, el padre se cansó de verlos idiotizados ante la pantalla y los puso a pintar figuritas, que se ha propuesto el reto de darles una capita a todas las que tiene entre un juego y otro (y son MUCHAS).

Tampoco nos atrevimos a ir al río a por un chapuzón porque cuando nos acercamos en uno de nuestros paseos comprobamos que habían tres personas por centímetro cuadrado y nos dio miedo. ¿Ya he dicho que estoy paranoica con el coronavirus?

En resumen, que resultó un buen paréntesis en una verano infernal (por el tema de los grados) y extremadamente tranquilo. Y hemos llenado reservas de cerezas para un buen tiempo. Aunque no sé si mucho porque nos las comemos como si fueran pipas ñam ñam.




2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Así rompemos un poco con la rutina, que este verano hemos decidido movernos lo menos posible :)

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