El otro día se le antojó a Raúl darle una horchata a Daniel. Por mi no hay ningún problema porque este pequeño tragón come ya casi de todo, excepto frutos secos. El único inconveniente venía del lado de la forma de beberse la horchata.
El padre llegó muy contento con una botellita de plástico y una pajita, pero yo caí enseguida en que nunca le habíamos enseñado a beber con pajita. ¡A estas alturas y el niño no conocía las pajitas! Que clase de padres éramos. Si casi tiene dos años (me pasaré los siguientes cinco meses diciendo lo mismo)...
Así que había que subsanar ese error imperdonable y nos pusimos los dos a enseñarle con brío como se succiona. Al principio sopló un poco, pero enseguida le pilló el tranquillo. Si es que cuando el premio vale la pena... Al niño le encantó la horchata y por eso tardó tan poco en aprender a beber en pajita. Hay que saber motivarles.
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