Las mochilas normales que hay en el mercado me parecen muy incómodas para llevar a recién nacidos y los foulares son demasiado complicados para mis dedos torpes, así que me decidí a comprarme un híbrido. Una especie de mochila hamaquita para llevar al niño tumbado sobre tu pecho. Pensé que sería la mejor postura para el cuelo y espalda de Iván.
Cuando se lo dije a Raúl le gustó la idea y decidió regalármelo por haberle dado otro querido hijo. El primer día que lo usé me pareció ideal. Estaba muy cómoda e Iván también parecía cómodo. A mi madre no le gustó ni un pelo.
La segunda vez que lo usé, creo que coloqué algo mal porque me daba la impresión que el peque no iba en la postura correcta. El bebé ni se inmutó, ni lloró ni se quejó, pero como madre angustiada lo acabé sacando de allí y se lo dí a la abuela matilde que se prestó voluntaria para llevarlo en brazos todo el camino.
No he vuelto a probarlo, pero salió lo bastante caro como para no dejarlo en el olvido. Por ahora me las arreglo muy bien con el carrito y el patín para Daniel, pero es que recuerdo que el día que iba tan a gusto me sentí muy bien con el invento y con mucha libertad de movimiento. Cómo no para de llover me temo que tardaré un poco en retomar el camino de la mamá canguro, pero no me olvido.
yo con los dos primerso no use nada,ahora la nacer el pequeñin y ve lo de moda que esta me compre un fular,lo e usado unas cuantas de veces y lo que mas me incomoda es la mirada de los demas...
ResponderEliminar¿Te miran raro? A mi nadie. Por mi barrio la gente se está acostumbrando a las madres canguro. Yo cada día veo más y me dan mucha envidia.
ResponderEliminarDe todas formas, vaya yo caliente ríase la gente.