Cuando era pequeña e iba al campo con mi familia de excursión, casi siempre encontrábamos el mismo tipo de flora en nuestros camino. Y la verdad es que nos daban mucho juego. Estaba la flor que arrancábamos para chupar su ácido tallo, las que insertábamos unas en otras para hacer collares, las flores de hibisco que desojábamos para ponernos una de sus partes, que era muy pegajosa, en la nariz y jugar a pinocho... Y lo que llamábamos campanillas, unas flores con una forma muy peculiar que la hacía parecer una carita. Si aprietas por los lados abre y cierra la boca y da lugar a muchos juegos.
No veáis la ilusión que me hizo cuando mi niño mayor encontró una en una parada que hicimos camino a Covarrubias y me la enseñó. "Toma mai, te regalo una flor". Enseguida le enseñé el juego. Fue todo un triunfo. Tanto que el más pequeño también quiso tener su campanilla. Daniel, muy solicito le buscó otra y estuvieron jugando un buen rato a hacer hablar a la flor. Desde luego, amenizó lo que nos quedaba de trayecto en el coche.
Nunca había jugado así con las flores pero es un recurso inmejorable en el coche cuando todo se hace aburrido. En mi casa eran más de hacerme contar cuando carteles azules y cuántos blancos había o cuántos coches de determinado color pasaban.
ResponderEliminarBesos
Nosotros también jugamos a eso, pero elige cada uno un color y la competitividad entre las fierecillas acaba estropeando el juego snif snif
EliminarHola: qué bien que el trayecto se hizo corto y resultó entretenido gracias a ese juego con la flor... también hacía lo mismo en mi infancia. Seguimos en contacto
ResponderEliminarEs un juego mítico jajaja
EliminarQue buenos recuerdos :D
Es curioso lo que cuentas porque esos mismos juegos se hacen en países tan lejanos de aquí. Yo jugaba de niña a ponernos en la nariz esa cosita pringosa de la flor para parecer Pinocho, también chupábamos un tallo de alguna flor que no recuerdo y chupábamos mucho las almendras recién caídas del árbol,las lavábamos y todo la parte exterior que es como hebras o pelos ,se masticaban y soltaban un jugo riquísimo luego lo tirabas porque era grumoso no podías tragarlo. También jugábamos con las campanillas y teníamos una planta "estrella", que le llamábamos dormidera porque tiene una hoja verde que cuando la tocabas se encojía toda y se cerraba . Hace poco en un programa de naturaleza me enteré que esa planta es carnívora y ¡No lo sabía! porque la teníamos silvestre por los campos y ni idea. Cuando reconocemos estas cosas tan sencillas de la infancia y la podemos repetir con nuestros niños da una especial alegría, es el evidente traspaso de costumbres de generación a generación ,¡Así se pasan los juegos y todo el conocimiento!.
ResponderEliminarNo tenía ni idea de que se hicieran esos juegos en otros países, pero me imagino que los niños sacan un juego de todo lo que les rodea :D
EliminarQue curioso lo de la planta!! Es que muchas veces no nos enteramos del peligro hasta mucho después. Mis hermanos y yo estuvimos jugando con una medusa porque no teníamos ni pajorera idea de lo que era hasta que picó a mi hermana buuuuf!!! Que mal lo pasó la pobre.
La verdad es que hace muchísima ilusión que tus hijos jueguen, lean y experimenten experiencias similares a las que han marcado tu infancia
Jajajaja qué bueno!! Si es que los niños no necesitan nada para pasárselo bien! Y nosotros nos empeñamos a veces en comprar juguetes.
ResponderEliminarBsss.
Y ellos se empeñan en pedirlos jajaja
EliminarSi es que les entran por los ojos, pero luego triunfa ma´s el palo ;)
Nunca había jugado a ese juego!!! Los peques te llevaron de nuevo a tu infancia!!
ResponderEliminarY tanto!!! Es una experiencia preciosa :D
EliminarA mi bichito le gustan mucho los dientes de león, estos que soplan y se deshojan!!! pero las campanillas nunca se las he enseñado.
ResponderEliminarA los míos también les encanta! Pero a Iván le da mucha rabia cuando arranca al pobre Diente de León y del tirón se deshoja jajaja Es que es muy brutín
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