Pisando huevos

En este post de Colorea Madrid, encontré un montón de ideas buenísimas para poner enpráctica estas vacaciones, empezando por el experimento más arriesgado que he llevado a cabo desde que empecé a hacerlos con mis hijos. Yo lo llamo "Pisando huevos", aunque seguramente alguien hablaría de resistencia o de que la unión hace la fuerza.

Se necesitan cinco docenas de huevos en su huevera, un plástico para salvaguardar el suelo por si las moscas y muchas agallas infantiles. El caso es que yo no tenía tantos huevos como los que usan en este post, así que mis niños se tuvieron que conformar con dos hueveras de seis huevos y en vez de andar con estarse parados encima de los huevos como estatuas.

Una cuestión importantísimo, los niños tienen que estar descalzos. Ni calcetines, ni zapatos. Hacen mucho hincapié en este punto.

Les conté a los peques mi plan y enseguida hicieron amago de sentarse en las hueveras. Horrorizada ante la que se avecinaba los agarré del brazo y les volvía a explicar la forma de hacerlo porque la emoción les había podido al ver los doces huevos y sé que ni me habían escuchado al primera vez. Primero ayudé a subir a Iván, que era el que pesaba menos y el que más posibilidades tenía de no hacer tortilla con los huevos.

Muy concentrado se paró sobre tan extraña base mientras su hermano y yo alucinábamos con el resultado. No se rompió ninguna.

Bajé al chiquillo que no se atrevía a mover ni un músculo y subí al mayor. Más de lo mismo. Los huevos seguía intactos y los niños no podía parar de reír.

Bajé a Daniel y les di un huevo a cada no para que trataran de hacer lo mismo con él. El primogénito no perdió el tiempo y aplastó el suyo con gran entusiasmo, pero al pequeño me transmitió su desasosiego y grimilla al tratar de aplastar su huevo. Feliz de salvar al compañero le dije que no tenía por qué hacerlo si no quería. De todas formas, Daniel ya había demostrado suficientemente la teoría del experimento y se disponía a batir los restos agitando el plástico alegremente. Le vi tan entretenido que le dejé jugar con el huevo con sólo una condición, que no debía salir del plástico.

Les pregunté que habían sentido sobre la docena de huevos y los dos coincidieron al exclamar: ¡Frío! Claro, venían directos de la nevera jajaja