Kubo y las dos cuerdas mágicas

Como mis niños tenían unas ganas tremendas de ir al cine y todavía no han comenzado el cole decidimos darles el gusto e ir el día del espectador. En un principio, decidieron que querían ir a ver Mascotas, pero un trailer de Kubo y las dos cuerdas mágicas bastó para hacerles cambiar de opinión. Soy una manipuladora, lo sé. Pero es que yo quería ver Kuboooo. Comprendedme.

El caso es que nos las prometíamos muy felices cuando nos bajamos a la realidad de golpe y porrazo. La cola de espectadores era muuuy larga. Estuvimos a punto de no llegar a tiempo al comienzo de la película. Los niños se comían las uñas de nerviosismo, pero finalmente logramos nuestro objetivo, en parte gracias a la luz del móvil porque ya habían apagado las luces de la sala y todo.

"Si tienen que pestañear háganlo ahora...", así comienza una película espectacular y preciosa que nos dejó clavados a nuestras butacas durante todo el metraje. La magia, el origami, la estética y la música ya es suficiente para ir a verla. Porque, he de confesar que, ejem ejem, hay elementos que flojean un poquito. El argumento y los personajes me parecieron muy típicos. Y ¿por qué me sucedió eso? Fácil. Porque es una película estadounidense y todas las producctoras de ese país, que quieren ser alguien en la cartelera, cumplen unas reglas de oro.

Para empezar todo hay que explicarlo mil veces no vaya a ser que a algún espectador se le pase algo importante. Eso lo único que consigue es que no hayan sorpresas porque las pistas son más que evidentes.  Otra regla, siempre tiene que haber un amigo simpático... o dos. Y la profundidad de los personajes es de manual: malos con características de malos según su importancia y buenos con características de bueno según su papel en la historia. Los argumentos también siguen una pauta muy marcada de la que poco o nada se sale de los estándares fijados. De hecho, hubo un momento en que pensé que se los habían saltado, pero no. Tranquilos que lo arreglan al final.

En mi opinión, esta película hecha por europeos o asiáticos hubiera sido apoteósica... O un tostón, que es verdad que a veces se pasan transgrediendo las reglas de oro. Pero con la mentalidad cinematográfica de las fórmulas del éxito que se sigue en EEUU (si funciona, para qué cambiarlo) se queda sólo en remarcable. Porque la película vale la pena ir a verla. Y si no que le pregunten a mis niños que quería repetir al día siguiente. Salieron emocionados del cine. Que si como molaba tal cosa, que si que miedo en tal escena, que si que emocionante todo...

Nada más llegar a casa, Daniel sacó de no sé dónde el laud de juguete de Peppa Pig, que venía con su revista, y se dispuso a luchar como Kubo. Al día siguiente pasamos cerca del cine e Iván se empeñó en que teníamos que entrar a verla de nuevo. ¡Vamos! Un éxito total. A mí me pareció que la clasificación de mayores de siete años está muy bien puesta y dudé un poco en llevarles, pero mi marido me miró de hito en hito y soltó "Pero si estos juegan al zombicide y tan panchoooos, que me estás contandoooo". En fin, tiene razón.

Por cierto, en la web tienen unos juegos muy chulos.