miércoles, 28 de septiembre de 2016

Supercumpleaños de Daniel en las fiestas de Covarrubias

Como cada año, el cumpleaños de Daniel ha coincidido con las fiestas del pueblo de Raúl, Covarrubias, así que nos hemos metido todos en el coche y hemos puesto rumbo a la jarana, como no podía ser de otra manera. El primogénito iba contentísimo asegurando que iba a extender su día especial a todo el finde, pero el pequeño iba rabioso de envidia y celos con lo que la situación era un poco difícil de lidiar. Vamos, lo típico en nuestro día a día.

Afortunadamente, en ese momento, nada podía arruinar a Daniel su emoción porque él sólo pensaba en su deseado Zombicide. Había rogado años porque se lo regaláramos. Desde que mi hermano le enseñó el suyo hace ya muchas navidades. Y por fin iba a ser suyo. Bueno, la versión medieval Black Plague que viene con menos sangre y eso los agradecen unos padres preocupados por darle a su niño de siete años recién cumplidos un juego claramente de adultos.

Mi idea era dárselo el sábado después de comer y soplar las velas, pero el ansia del peque era tan grande que desde por la mañana ya rogaba porque se lo diéramos. No tuvimos corazón para negarnos y le entregamos el gran paquete. La sonrisa fue de órdago. Lo estuvo contemplando extasiado un buen rato, hasta que su hermano quiso coger las figuras para jugar. Y ahí empezaron los problemas. Antes de que la pelea se convirtiera en la tercera guerra mundial les convencí para que nos lanzáramos a la calle a descubrir que actividades nos íbamos a encontrar en la plaza con motivo del día del niño. Salieron de casa muy animados, pero al llegar nos encontramos con todo por montar y unos organizadores agobiados porque aquello se estaba llenando de niños y aún no tenían nada que ofrecer.

Les propuse dar un paseo, pero ellos prefirieron jugar a Zombicide con la imaginación. Daniel nos proponía misiones y nosotros teníamos que cumplirlas. Todo fue bien hasta que el mayor dejó de conformarse con sólo dar instrucciones, pasó a la acción y nos mató antes de completar la misión. Al pequeño casi le da un ataque de rabia. Menos mal que a esas alturas ya habían inflado un castillo hinchable y pude volver a despistarlos de la tragedia que se cernía sobre nuestras cabezas.

Se tiraron al castillo de cabeza mientras, poco a poco, todo iba tomando forma a nuestro alrededor. Brincaban de un lado a otro como si no hubiera mañana hasta que vieron algo que se convirtió en su objeto de deseo desde el primer vistazo: una especia de pista de agua que terminaba en piscinita. Evidentemente no íbamos con bañador, pero los peques enseguida se quedan en ropa interior si la aventura promete.

Mientras el padre los lanzaba por la resbaladiza pista, yo corría que me las pelaba a la casa para pertrecharme de toallas y calzoncillos secos. Estuvieron un buen rato en la atracción de agua. El primero que se aburrió de deslizarse fue Iván. Le cambié en un banco y nos fuimos a investigar en la zona de juegos. El hinchable de agua se llenaba cada vez más y más de niños... hasta que Daniel se chocó con otro y salió de allí dolorido. Menos mal que se le pasó rápido. Le cambié también y se fue de cabeza a los hinchables, aunque pronto estaban los dos hermanos en la zona de juegos. Era difícil hacerse con uno porque la asistencia era bastante numerosa, pero con paciencia (de los padres, porque a los niños les podía el ansia, como es lógico), creo que acabamos probando todos. Me encantó ver como muchos niños hacían juego colaborativo y los compartían.

Fue una mañana espectacular. Y fue una suerte que los peques se cansaran de tanta actividad justo antes de que empezara la sardinada. Cambiamos de plaza y fuimos, como todos los años, a por nuestra sardina con pan y nuestro vinito, esto último sólo para los adultos.

Poco después de acabar con nuestro delicioso aperitivo empezó la fiesta de la espuma, en la que Daniel lo dio todo, pero Iván no quiso ni acercarse. Prefirió quedarse en la zona de videojuegos viendo como jugaban otros niños. Algo que no entiendo pero respeto. Si ganas me daban a mi de tirarme de cabeza a la espuma, pero no lo hice porque la jauría infantil me daba miedito.

El mayor acabó de espuma hasta las orejas. Ropa y playeras empapadas. Salimos zumbando hacia casa para que no nos cogiera una pulmonía triple. Allí celebramos su cumpleaños con una estupenda comilona. Y entonces fue cuando se le cruzaron los cables y se portó fatal. Casi daban ganas de abortar la misión y dejar el cumple para otro día, pero seguimos adelante. Tras la problemática comida decidimos que lo mejor era dejarles ver la tele un rato para que se relajaran. Pero no dio tiempo a mucho porque enseguida oímos que se acercaba la cabalgata y salimos a verla.

Raúl propuso ir a dar una vuelta y encontrarnos la cabalgata por las calles del pueblo para variar de otros años que la veíamos desde la terraza, pero nada más salir, Daniel avistó a un primo suyo y salió corriendo tras él. Evidentemente, yo también eché a correr para que no se me perdiera de la vista. Recorrimos la cabalgata hacía delante y hacia atrás, mezclándonos con personajes de cuento, monstruos, bañistas, fantasmas, vikingos, pistoleros... Todo un derroche de imaginación. Unos demonios se encararon con los que aún quedaban en la terraza para gozo de Iván que se partía con los tridentes y los gritos de "a la hoguera", los vikingos persiguieron a Daniel dando terribles gritos de guerra, los pistoleros grababan escenas de El Bueno, el malo y el feo en cada esquina... Fue divertidísimo.

Al final nos juntamos de nuevo con Raúl, Iván y unos amigos y nos fuimos a la plaza mayor a tomar algo, momento en el que aprovechó Daniel para desaparecer con un grupo de niños. No me hizo mucha gracia, pero acabé por aceptar que tenía que irse a vivir un poco su vida, massss o menossss. Iván aguantó un rato en la terraza, pero enseguida me puso ojitos para que le llevara a casa a descansar y allí lo dejé con su bisabuela para reunirme de nuevo con los amigos y tomar otra mientras escudriñaba entre el gentío que se arremolinaba para disfrutar de la verbena.

Admito que me lo pasé muy bien, aunque no me hiciera gracia perder al mayor durante tanto tiempo. Cuando los de la verbena hicieron el descanso para ir a cenar lo volvimos a encontrar contando historias para no dormir sobre petardos. Se lo había pasado genial.

Fue un finde genial y hasta nos dio tiempo de estrenar el Zombicide Black Plague con la partida tutorial. El mayor, por su parte, aseguraba que había sido el peor cumpleaños de su vida porque entre todo lo que pedía por esa boquita le dijimos que no a varias cosas. Lo suyo ya era aprovecharse de la situación descaradamente. Muy seria le aseguré que yo tenía en mi poder unas fotos que aseguraban justo lo contrario. Que se lo había pasado bomba. Contra mis pruebas no tuvo nada que hacer.






8 comentarios:

  1. ¿Hay algo más divertido que cumplir en fiestas? Y espérate a que se haga mayor y salga con sus amigos jejeje
    Además, esas fiestas tienen muy buena pinta.
    Felicidades Daniel!

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  2. Pedazo cumple!! Felicidades al guapetón de Daniel :)

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    1. Muchas gracias!!! Es que cumplir en las fiestas del pueblo mola mucho jajaja

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  3. Guauuuuuuuuuuu vaya cumple!!!! q actividad! cuanta fiesta! y qué bien!!!! (me fio de ti y no de Daniel que lo pasó fatal, jajajja) las fotos están ahí y no mienten. ¡Felicidades Daniel!

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    1. Es que les dices que no a una cosa y ya tooodo es un drama jajaja
      Ya te aseguro yo que se lo pasaron de lijo ;)

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  4. Qué bien se lo pasó (pasastéis)! Qué chulo que le coincida en fiestas!! Felicidades atrasadas!! Besitos!

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    1. Y al otro le coincide con las fiestas del barrio jajaja
      Si lo hago posta no me sale ;)
      Muchas gracias guapísima

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