Tenemos montada en la casa de mi madre una guardería. Cuidamos de un bebé pequeño, un bebé grande y una niña de siete años.
La hija de mi hermano tiene un virus de estómago, así que sus padres prefieren resguardarla con la abuela a llevarla al cole y que se ponga peor. Daniel y Natalia juegan muchísimo. Se adoran, pero también se pelean. Lo bueno es que la chiquilla asume el rol de hermana mayor enseguida y se empeña en ayudarme a cuidar a los más pequeños. Una suerte. No le echa para atrás ni cambiar un pañal de Iván, ni una perreta de Daniel.
Con tanto chiquillo la mejor opción es la terraza de mi madre. Ella les ha montado la casita de plástico y yo he subido la moto y la bici para que hagan carreras. Con los cacharritos, muñecas, coches, bolsitos y gorros se lo pasan genial. A veces se les antoja el mismo juguete, pero nada que no se pueda solucionar buscando segundas opciones o apelando al sentido común de la mayor.
La niña sólo se queda con nosotras hasta el mediodía, momento en que que su madre sale de trabajar y viene a buscarla. Daniel se acuesta la siesta antes de que se vaya y más de una vez se ha levantado preguntando: ¿Natalia?
Sí que la va a extrañar cuando ya regresen a casa :(
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