Y, ¡lo que son las cosas!, mi nombre fue el que salió. Yujuuuu. Que alegría me dieron. Les conté a los peques dónde íbamos y en cuanto vieron en la foto la chica con la cresta de colores y la chupa de cuero me pidieron acudir ya, ipso fcto, en ese mismo momento. Pero tuvieron que esperar hasta el día siguiente.
La historia les enganchó desde el minuto cero, en parte por los graciosos ratoncitos, en parte por las animadas canciones. Los actores invitaban a participar al público en la obra cada dos por tres. La primera vez sólo contestamos los padres porque los chiquillos estaban un poco cortados, pero enseguida tomaron confianza y gritaban las respuestas y sus opiniones a voz en grito. Los personajes del cuento se amoldaban a ellos a la perfección y hacían el espectáculo mucho más divertido. Que si llamaban "mala" a la hermanastra, que si delataban al pobre príncipe que trataba de esconderse, que si le explicaban a Cenicienta que la vida en palacio era chachi y guay...
Mis niños, como siempre, se animaron demasiado, y a veces hacía que recordarles que estaban en un teatro. Daniel incluso se intentó comer a una pobre ratona que se acercó a verle. "'¡Éste muerde!" gritó la graciosa roedora con cara de susto. Y es que mi niño mayor se convierte en el gato Zampón cuando menos te los esperas y una ratoncita (sobre todo tan guapa como la que se le acercó) era mucha tentación. Poco después se reconcilió con ella. El personaje que más les caló fue el del hada madrina rockera. La adoraron desde que salió al escenario.
Cuando cantaron la canción final, Daniel me miró con ojos sorprendidos y me soltó: "¿¿Ya se acabaaaa?? ¡Pero si no ha pasado ni una hora!". Clara señal de que se lo pasó muy bien.
A la salida los actores estaban esperando a los emocionados niños. Iván se tiró en plancha al príncipe y se quedó maravillado cuando se le acercó el resto del elenco para hacerse una foto con él. Daniel salió corriendo antes de que los actores pudieran decirle nada. Salía enfurruñado porque el padre le había hecho dejar en su sitio una perla que había recogido del escenario. Es curioso lo claro que tiene el concepto de propiedad privada y lo difuso que tiene el de propiedad ajena. Ya no sé como decirle que lo de "Me lo encontré en el suelo" no significa que se lo pueda quedar.
El enfado se le pasó enseguida y ya en la calle los dos tarareaban la canción final y se desternillaban con los nombres de los tres ratoncitos de la historia (Mel, Oco y Tón). Un nombre muy afrutado jajaja
Siempre tan activos, que suerte tienen estos peques!! un beso
ResponderEliminarSomos una familia de culo inquieto jajaja
EliminarEl teatro mola mil y es una suerte que puedan disfrutarlo desde pequeños. Un besote!!!
ResponderEliminarPues sí. Yo creo que antes no había tanta oferta. No recuerdo haber ido al teatro más que una vez en toda mi niñez y me llevó el cole jajaja
EliminarMenudo momento más entretenido... y encima con música rockera de fondo jajaja... Lo mejor la suerte que tiene la mami por haber sido elegida ganadora en el sorteo, espero que los peques le pagaran en besos y multigracias jajaja...
ResponderEliminar¡Un muackiles!
Síiiiiii. Mucha suerte. Que alegrón me dieron. Supongo que eso de apuntarse a doscientoacuarentamil sorteos tiene que dar su frutos de vez en cuando jajaja
Eliminar