Los tesoros de la ludoteca de las TdN2015

Siempre que teníamos ocasión acudíamos a curiosear la extensa ludoteca con la que contaban las jornadas TdN. De repente, los niños encontraban su "tesoro" particular y no paraban de dar votes hasta que lo tenían entre sus manos y uno de los progenitores entregábamos nuestros DNI en prenda hasta que lo devolviéramos.

He de decir que casi siempre acabábamos con un juego de la editorial Haba encima de la mesa. Son bastante originales y a los niños les encantaron todos los que cogimos.

El que más triunfó fue uno llamado Expedition Dino, en el que había que encontrar huesos de dinosaurio con un martillo y una cincel mientras descubríamos poco a poco a un simpático Tiranosaurio rex y el niño arqueólogo iba avanzando casillas. A éste repetimos varias veces. Los peques se lo pasaban muy bien jugando con las reglas, pero, cuando acababa la partida, siempre nos pedían jugar una poquito a imaginar que eran ellos los exploradores usando las piezas estilo juego libre.

También causó sensación Diego Drago, un juego de carrera de dragones y competición de puntería divertidísimo. Los niños se frustraban un poco cuando no acertaban a la casilla, pero se les quitaban todos los complejos cuando la mamá demostraba, una vez mas, que es nula con esto de la puntería y aún así se moría de la risa con cada catastrófico fallo.

Otro de dragones que nos encantó fue el de El Castillo del Dragón Dorado. Lo de la catapulta fascinó a los chiquillos que estaban deseosos de usarla fuera su turno o no. Lo más divertido era cuando caíamos en la habitación vacía y teníamos que gritar "Larga vida al Rey Fex!" Era tan largo que los peques gritaban felices "Vida Reeeeey" y se quedaban tan panchos.

A Daniel le gustó especialmente La tarta de los monstruos. Se nota que la cocina le atrae, y si encima es con monstruos mejor que mejor. Lo malo es que hacía unas trampas horrorosas. A este jugamos él y yo solos mientras el papá trataba de calmar a Iván de una horrorosa perreta. Le dio pena que siempre me tocara a mí calmarle y como sabe que soy incapaz de no intervenir me dijo que les dejara solos. Y así lo hicimos, topándonos con este curioso juego en el que removemos bolas de colores en un gran caldero. Se saca una carta y gana el que saque antes las bolas de los colores que aparecen en la carta. ¡Pero Daniel no quería enseñarme nunca la carta que sacaba! Vaya pillo. Así ya podía ganarme.

Una noche intentamos jugar a uno de mayores con los peques pululando a nuestros alrededor, pero el juego tenía unas figuras tan chulas que nos lo pusieron bastante difícil. Cuando terminamos la partida, que perdí catastróficamente, les dejamos jugar un rato con ellas antes de llevarles a la cama.