viernes, 6 de mayo de 2011

De paso en Ávila






La bueno se acaba pronto y el fin de semna largo se nos pasó en un suspirirto. Tocaba volver y yo estaba agotada. Raúl es incansable. No sé como lo hace. Y su hijo se hace el machote. Corre de un lado a otro, trepa, se mete por donde no debe... Hasta que le acuestas en su cunita o le subes al coche. Entonces acusa el cansancio.

El caso es que cuando nos metimos en el coche para regresar a casa vi como Raúl echaba mano del mapa de carreteras y se me encendieron todas las alarmas. "No vamos a parar en mil sitios" le advertí "El niño y yo estamos agotados" (sobre todo yo). "Tranquila", me dijo calmadamente, "Tenía pensado parar sólo en Piedrahita, Barco de Ávila y Ávila". "¡¡Pero si te he dicho que no pararas en mil sitios!!", Raúl levantó la vista del mapa y me miró con calma "Exacto, y sólo he dicho tres sitios". Lo que siguió después es bastante censurable y menos mal que Daniel no lo llegó a entender en toda su extensión. El caso es que llegamos a un acuerdo y finalmente sólo paramos en Ávila.

Al pequeñajo le encantó la parte antigua. Corría de un lado a otro curioseandolo todo. Sobre todo, le llamaron la atención los leones que habían encima de unos pilares. Las murallas también le encandilaron. En general todo. Pero lo más emocionantes empezó cuando oímos una música extraña. Nos acercamos con elpeque en hombros y nos topamos con una procesión de cabezudos. ¡Cómo la disfrutó! Los gigantes se cernían sobre él dejándole boquiabierto y emocionado. Lo pasó genial.

Al final llegué a Madrid agotada. Daniel se durmió en el coche y parecía haber recargado pilas, pero en cuanto le depositamos en su cama se acurrucó junto a su perrito de peluche y su almohada y no abrió el ojo en toda la noche.

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