Antes no me preocupaba demasiado porque el niño maltratara sus juguetes si no llegaba a un límite claramente destructivo. Pero ahora con otro bebé en camino me aterra lo que le hace a los muñecos de sus amiguitas, a los que golpea sin compasión.
El otro día, en el parque, se agenció un carrito con bebé dentro incluido y lo paseó muy feliz entre los columpios. Hasta que se le cruzó el cable y arrancó al pequeñín de trapo de su lecho para estamparlo contra el suelo.
Enseguida recogí el muñeco y le recriminé su conducta. "A los bebés hay que tratarles con cariño. Acarícialo. Guapo. Guapo". Mientras, en mi fuero interno pensaba "Cómo se le ocurra intentar hacerle esto al hermanito la liamos". Así que ahora mi esfuerzos se orientan a que trate a los muñecos con cariño con mayor o menor éxito. A sus peluches los abraza y les da besitos, pero también los tira por los aires.
Habrá que ir con cuidado cuando tengamos aquí al hermanito. Los excesos de entusiasmo de Daniel pueden ser algo peligrosillos.
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