Al poco de llegar a Elda al chiquillo se le metió en la cabeza una idea fija y ya no hubo manera de sacársela. En cuanto veía nuestro coche se lanzaba a abrir la puerta del coductor como un desesperado. Si no podía gritaba "¡llave, llave!" para que le abriéramos nosotros.
Una vez conseguía su objetivo brincaba por el interior como un monito. Se tiraba de cabeza de los sillones delanteros a los traseros y viceversa. Se sentaba emocionado en el sitio del conductor y lo toqueteaba todo.
Había que tener mucho cuidado con él porque una vez nos metió una marcha (sin embragar) y nos daba miedo que pudiera cargarse el espejo (entre otras cosas). Lo que más leg ustaba era poner las luces de emergencia y la radio, aunque una vez se pasó del volumen y el cd de música heavy de su padre a toda mecha le dió un susto morrocotudo.
Cómo el Fiat estaba aparcado en el terreno vallado de la casa de campo podíamos dejarle relativamente solo mientras hacíamos otras labores, aunque yo echaba un vistazo cada dos minutos. Sobre todo para asegurarme de que el coche seguía entero.
Visto lo visto, cada vez que alguien me preguntaba qué le podía regalar al terremoto de mi niño yo le contestaba muy seria "Un Fiat Estilo le haría mucha ilusión".
jajajajaj éste ya mismo te pide el coche y la moto!!!!!....mil besos!!!
ResponderEliminarNo me extrañaría nada. ¡Ya me está pidiendo la bici y no sabe ni pedalear! A este todo lo que tenga ruedas le emociona. Lo malo es que a los camiones también los mira con ojos golositos :S
ResponderEliminar