Con los días soleados me armé de valor y me decidí a ir al parque con los dos niños. Parece una tontería pero creí que sería más complicado controlar a Daniel con el carrito de bebé por le medio. El hecho es que el mayor necesita salir y jugar y no puedo condenarlo a casa todas las tardes por mi inseguridad. Así que en cuanto vi el sol esplendoroso que hacía esa tarde me decidí y le pregunté al peque si quería ir al parque. La respuesta fue instantánea "Síiiiiiiiiiiiiiiiii". "Pues entonces tienes que cogerte bien al carrito y no bajarte del patín porque si no se nos hace de noche y nos tenemos que ir a casa. Tantas ganas tenía el pobre que me obedeció sin rechistar. Sólo hicimos una paradita en un chino para comprar un set de cubo, pala, rastrillo y regadera porque el plan fue improvisado y no había traído nada. Estaba segura de que si subía a casa a por los juguetes no volvería a bajar.
La verdad es que con la ayuda de los otros padres del parque la cosa no fue para tanto. Iván cestuvo casi todo el tiempo dormido. Y cuando se despertó anduvo de brazo en brazo entre mis amigas, así que pude atender tranquilamente a mi hijo mayor.
Al final es más el miedo al momento que el momento en si mismo. La verdad es que nos lo pasamos muy bien.
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