viernes, 2 de diciembre de 2011

No hay madres perfectas


A veces me pregunto cómo es la madre perfecta. Yo no desde luego. Supongo que es cariñosa, paciente, habilidosa, comprensiva, dulce... Y llego a una conclusión. Es imposible que exista. Habrá aproximaciones, pero no creo que nadie la clave.

Intento ser la mejor madre posible, pero eso choca con mi forma de ser y con la poca colaboración de mis hijos, que tienen una habilidad especial para acabar sacándome de quicio. Incluso el bebé. Parece mentira, pero cuanto llevas tantas horas sin dormir y el pequeño sigue pidiendo juerga se me acaban los mimos y el tono dulce. Lo único que me queda es mecerle y desesperarme.

Me sé la teoría a la perfección, pero no me resulta fácil aplicarla. Me encanta jugar con mis hijos, hablarles, intentar reñir con suavidad al mayor cuando hace algo malo, explicándole el motivo, darles mil besos y caricias... Pero no siempre es el momento para eso. A veces Daniel tira tanto de la cuerda que los gritos salen solos. O simplemente todo se alía contra mí: se me caen las cosas de las manos, me doy golpes inoportunos, no encuentro lo que necesito... Y mis nervios subiendo de nivel. Llega un momento en que cualquier pequeña cosa me molesta. Con mis hijos me contengo más, o lo intento. El resto de la gente no tiene tanta suerte. Sobre todo mi marido. Una vez, estábamos enzarzados en una discusión (Yo vocifero y él ni se inmuta) cuando me soltó: "¿Te das cuenta de que Daniel se va de la habitación cuando te oye pegar esos gritos?" Se me cayó el alma a los pies. ¿Sería verdad? ¿Estoy traumatizando a mi hijo? Me vine abajo y me eché a llorar como una magdalena.

Esta mañana he vivido una situación de las que yo llamo extrema (exagerando, claro). Iván se ha despertado cuando  estaba inmersa en la rutina diaria con Daniel (biberón mañanero, vertirle, peinarle...). Me he tenido que repartir un poco porque no paraba de llorar. Cuando por fin tenía todo listo y ya estábamos saliendo por la puerta rumbo a la guardería mi chico mayor me dice "Pis, caca, pis". "¿Quieres hacer pis?" "Síiiiiii, síiiiiiii". Dejé a Iván con la puerta de la calle abierta para que no se asara con tanta ropa y mantas que le había puesto en el carrito y me fui corriendo al baño con Daniel. Cuando le bajé los pantalones me encontré con una sorpresa en sus calzoncillos. "¡Daniel! Tienes que pedirlo antes" le reproché. Entonces oí como Iván empezaba a quejarse. Conminé a Daniel a quedarse quieto mientras cogía una toallita, se habían acabado las del baño. Corrí desesperada a mi habitación a por más toallitas mientras Iván se desgañitaba. Por supuesto, Daniel no se quedó quieto. Menos mal que no hubo males mayores, pero él se había manchado bastante. Volví a decirle que no se moviera en peor tono. Lo llevé en volandas al cambiador tratando de no mancharme yo.  ¡Horror! También se habían acabado las toallitas del cambiador. Jurando para mis adentros bajé a Daniel del cambiador y corrí a buscar las toallitas de mi habitación, pero no recordaba donde las había puesto. Extresada al máximo humedecí una toalla y corrí donde me esperaba Daniel berreando. Iván se había callado. La portera, una chica majísima a la que puedo llamar amiga sin temor a equivocarme, se había hecho cargo de él. Menos mal que vivo en un primero y oyó al bebé. De verdad que no sé lo que haría sin ella. Siempre está para ayudarme.

Mal que bien limpié al mayor que lloraba como un poseso porque su mamá se había enfadado y le había reñido. Una vez limpio le abracé, le di mil besitos y le calmé con mimos. Me despedí de mi portera dándole un millón de gracias y salí pitando hacia la guardería porque a las 9.30 cierran las puertas y ya iba tarde.

¿Tendría que haber tenido más paciencia con Daniel? ¿Cual hubiera sido la manera más óptima de actuar? ¿Qué tengo que hacer cuando tengo a los dos llorando a la vez? No puedo evitar tener este carácter. Ni tampoco perder los papeles cuando la situación me supera. Envidio la calma de Raúl, aunque a veces esa actitud en él me mate.

Ultimamente intento respirar hondo y pensar: "Al final todo sale bien, calma, calma".

Recuerdo que en mi casa mis padres se peleaban mucho, aunque se querían a rabiar, y aún así no me traumaticé. Simplemente era algo que pertenecía al día a día. Ahora me río al recordar cómo mi padre le producía un ataque de nervios a mi madre y luego nos cogía por banda y nos decía "¿Qué le habéis hecho a vuestra madre? Hay que cuidarla". Jamás llegó a plantearse que fuera culpa suya.

5 comentarios:

  1. te comprendo. a mi también me pasan situaciones así, de esas que hay un padre esperando en la puerta a que le entregues a su hijo que estás cambiando el pañal en ese momento y los dos o tres niños haciendo pipi o caca en el wc, que te buscan para que los limpies y si ven que tardas mucho se ponen a hacer de las suyas en el baño. de infarto...
    la paciencia tiene un límite y mas de una vez he pegado un grito; pero siempre intento, cuando me encuentro contra las cuerdas, mirar hacia arriba, resoplar y armarme de calma y paciencia de nuevo. la primera foto me encanta y la segunda está muy divertida!! gracias por poner tus frases y poner el enlace en la columna. cuento contigo!! besos

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  2. Que esta época de crianza sea tan dulce, no quiere decir que sea nada fácil.
    Ánimo, que todos y todas tenemos malos días y malas temporadas. A mí también se me escapa el grito mucho más de lo que quisiera, yo también me planteo si lo hago bien o mal o fatal miles de veces. Lo que me consuela es que sin duda lo estoy intentando. Y tú también.
    Además, tu mayor es muy pequeño. Estás en un momento que para mí al menos, fue más complicado que el que estoy viviendo ahora con cuatro (y esto no es una mentira piadosa!!)

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  3. no hay madres preectas pero tu eres una buenisima mama y la mejor mama para Daniel e Ivan,lo de tener gansa de hacer caca o pipi justo cuando van a salir vete acostumbrando a los mios les pasa igual,siempre vamos justos de horas(vestir a tres niños no es nada facil)y cuando estamos esperando el ascensor a alguno de los dos le entran ganas de hacer pipi o caca

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  4. Creo que tienes mala conciencia y no deberías,porque a todas nos pasa,todas pasamos por esto,todas perdemos los nervios de vez en cuando y la que no lo haga yo la envidio!!!!...Hay personas con más paciencia que otras.
    Por ejemplo yo soy persona de poca paciencia y con fuerte carácter,tengo que hacer grandes no,grandísimos esfuerzos por no perder los nervios en muchas situaciones porque si con uno es complicado con dos se multiplica!!!!...y aunque hago grandes esfuerzos a veces me veo cómo una posesa con los nervios desquiziados y dando voces por la casa,pero eso no quita que amo a mis hijos y me entrego a más no poder.....cuando tengo un mal día y lo pago con ellos(porque a veces se debe a lo cansada que estoy más que a ellos,y otras es porque son diablillos!!!!)después les pido perdón.

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  5. Sé que la maternidad no es un camino de rosas, pero si tuviera un caracter dulce y pacífico la cosa sería más fácil. Gracias por comprenderme. Los niños tiene una habilidad sorprendente para ser inoportunos, pero no es culpa suya. Por eso me siento culpable cuando les grito. Pero sé que tenéis razón, que forma parte de ser madre pegar un grito de vez en cuando (o más veces de las deseadas). Menos mal que luego hay momentos maravillosos que borran los malos humores.

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