Había una vez unos magos poderosísimos a los que les gustaba hacer felices a los niños regalando juguetes. Con su magia hacían innumerables ositos, trenes, coches, cocinitas, etc.
Los niños reían encantados, pero, con el tiempo, sus majestades se dieron cuenta que dar a los pequeños todo lo que querían era contraproducente para su educación. Tener todo lo que deseaban los volvía ávaros y egoistas. Con el tiempo perdían el interés por los juguetes nuevos que los reyes le ofrecían. Pedían más y más solamente para dejarlos de lado en cuanto obtenían lo que querían y pedir cualquier otra cosa que les llamara la atención. Con tanta demanda, a estos tres personajes que parecían salidos de un cuento oriental empezaba a acumulárseles el trabajo y no daban a basto.
Reunidos ante una fogata verde empezaron a cavilar cual podía ser la solución. Les gustaba hacer felices a los niños, pero no estaban logrando su objetivo. "Dejemos de regalar juguetes" opinó el más joven. El resto negó con la cabeza. Eso no sería divertido. "Regalemos sólo juguetes educativos o material escolar" aventuró el rey negro. "Pero a los niños también hay que darles un respiro de vez en cuando con respecto a los estudios" aseveró el de la larga barba blanca. Tras mucho cavilar no lograron llegar a ninguna conclusión.
"¿Qué os parece amigos míos si le pedimos opinión a otro genio en hacer felices a los niños como nosotros?" sugirió el impaciente rey de la barba castaña. Sus compañeros se quedaron en suspenso. "¿Te refieres el gordo de rojo?" dijo con un hilo de voz el cano Melchor. "¿A quien si no?" replicó Gaspar. "¡Pero si es un desastre! Se confunde con los juguetes, siempre arrasa con la comida que le dejan en las casas y acaba la noche un poco piripi. !Hay que ver como le gusta el cava que le dejan los niños! Y esos renos. Indomables..." protestó el negro Baltasar. "Pero últimamente tiene incluso más éxito que nosotros". Un pesado silencio cayó en el cónclave. "Está bién" claudicó Melchor "Vayamos a verle".
Los reyes se subieron a sus camellos y pusieron rumbo al Polo Norte, donde vive tan pintoresco personaje. No tardaron mucho en llegar porque sus jorobados animales eran mágicos y podían ir de un lugar a otro más rápido que el pensamiento. La casa de Papa Noel destacaba por las luces rojas y verdes que adornaban toda la fachada. De la nieve surgían bastones de caramelos que bordeaban el camino hasta la entrada. Una vez en la puerta se oía música alegre y risas de fondo. Todo invitaba a entrar sin llamar y unirse a la fiesta. Pero los Reyes Magos eran demasiado educados para hacer eso, así que tocaron y tocaron a la puerta, cada vez más fuerte, para hacerse oir por encima de la algarabía. "Entrad, entrad" corearon varias voces. Los tres personajes mágicos no se hicieron de rogar y traspasaron el umbral de la casa para encontrarse en un enorme salón presidido por una chimenea verde en la que crepitaba un fuego inténsamente rojo. Por toda la habitación bailaban y cantaban pequeños duendecillos y animales diversos. "Jo, jo, jo mis queridos y estirados amigos de oriente" río un abuelo de cara amable que se sentaba en un gran butacón y comía trozos de pastel a dos carrillos. "¿Qué os trae por aquí? Estaréis congelados. Pasad y acercaros al fuego". Sus majestades se sentaron muy dignamente en tres mullidos sillones que invitaban a relajarse.
"Amigo mío" comenzó Melchor, por su edad y sabiduría le correspondía a él exponerle el tema "Venimos a pedirte consejo..." "¡¡¡A míiii!!!" Interrumpió atónito Papá Noel "¿Seguro que no os habéis equivocado de persona? Siempre pensé que no erais muy partidarios de mis...ejem...métodos" "Por eso mismo" Prosiguió Gaspar "Necesitamos ideas nuevas. Estamos muy preocupados con el cariz que está tomando la Navidad" Baltasar tomó la palabra en ese punto para explicar mejor el problema "Los niños se han vuelto muy caprichosos, cada vez piden más, nosotros no llegamos, ni siquiera con nuestro poder mágico, a cubrir sus tiránicas exigencias..." "Jo, jo, jo" río el personaje con el pijama rojo dejando patidifusos a sus oyentes "¿Eso es lo que os preocupa? Me temo que os tomáis demasiado en serio vuestro trabajo Jo, jo, jo. La solución es sencilla. Hace años ya que me he quitado muchísimo trabajo de mis espaldas y vivo como un rey, con perdón. Hay que saber mirar más allá de la magia, de lo artesanal, del perfeccionismo... Y ser más prácticos. Jo, jo, jo. Pobres Reyes. Todavía preocupados por visitar a los niños casa por casa y deslomarse cargando toneladas y toneladas de regalos cada víspera del seis de enero. Tachar con cuidado las direcciones para no olvidarse de ninguna casa ni repetir alguna por error" Los Reyes seguían con la mirada clavada en en la regordeta cara del anciano que se reía sin parar. "No comprendo..." Logró decir Melchor con un hilo de voz. Y para él era una situación nueva no entender algo con todo lo sabio y venerable que era.
Papá Noel soltó otra de sus características carcajadas y comenzó a explicarse "Yo hace años que no visito ninguna casa. Un día me encontré despierto a un padre que me rogó que no trajera tantos juguetes, ni tan grandes... que si a su hijo no le gustaban los coches y que prefería no se qué maquinita, que si a su hija había que traerle una muñeca vestida de princesa y no lápices de colores... Un tostón. Así que le dije que se encargara él de todo y que me pidiera las cosas con suficiente antelación. Yo se las mandaba a la tienda que mejor le viniera y si me equivoco los de la tienda subsanaban el error y luego me lo dicen. ¡Todos contentos jo jo jo!". Los tres reyes se miraron patidifusos. Parecía una idea descabellada, pero en el fondo... En el fondo no lo era tanto. Una lucecita de entendimiento se encendió en sus pupilas de repente. Les daba un poco de rabia concederle el mérito de una gran idea al gordito de rojo, pero sólo a un impresionante vago como él se le podría haber ocurrido algo así. ¡Claro! Los padres eran los emisarios ideales para llevar a cabo tan loable e importante misión. Quien se iba a preocupar más de sus niños que ellos!
A partir de entonces las relaciones entre los tres Reyes Magos y el gordito Papa Noel mejoraron notablemente. El abuelito del Polo Norte se había ganado el respeto de sus majestades gracias a su derroche de ingenio.
PLAS PLAS PLAS...APLAUSOS Y GRITERIOS EN TODA LA GRADERIA!!!EL PUBLICO SE PONE DE PIE y una servidora le estampa 2 besos a la señora creadora.
ResponderEliminarMe encanto...esta noche se lo pienso leer a mis hijas
eres una artista!!
un besazo
Muchas gracias. Me has subido la autoestima a mil jeje
ResponderEliminarEspero que les guste a tus niñas.
Besos
¡Que maravilla de cuento! Creo que todo padre debería leerselo a sus hijos llegado el momento. :) Me ha encantado, de verdad. He disfrutado leyendolo
ResponderEliminarMuchas gracias. La verdad es que me he basado en una carta que hay por internet que dice lo de que los padres son los pajes. Me encantó esa teoría para seguir alimentando la ilusión de los niños.
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