lunes, 21 de septiembre de 2015

El ratón Pérez se despista

Daniel lleva ya cuatro bajas en su dentadura. La última de ellas fue una situación de riesgo en toda regla para la credibilidad del ratón Pérez.

El peque andaba malucho del estómago. Debe haber un virus rondando porque ya he oído varios casos y no ha hecho más que empezar el cole. Así que la caída del diente le vino genial para subir ánimos. Con una sonrisa desdentada de lo más bonita me mostró su tesoro muy feliz.

A pesar de la fiebre que le subió a la tarde y del malestar general no se olvidó de ponerlo bajo la almohada con mucho cuidadito.

Al irme a la cama, Raúl me aseguró que se haría cargo de asegurarse de que el ratoncito famoso acudía a recoger su diente y a dejar una brillante moneda en su lugar. Muy tranquila me dejé  vencer por el sueño.

Cual no fue mi sorpresa cuando a eso de las cinco de la mañana me despiertan los berridos de mi chico mayor. "Mamiiiii, mamiiiiii. El ratón Pérez aún no ha venidoooooo" gritaba sin compasión por su hermanito, que roncaba apaciblemente a su lado a pesar del follón.

"¡¡¿Cómo?!!" me soprendí yo, "¿Que aún no ha venido? Debe estar ocupado con otras recogidas. Aún queda mucha noche por delante. ¡A dormir Daniel!" Arropé al preocupado peque y me metí en mi cama, pero no pude pegar ojo por miedo a que se hiciera de día y mi niño mayor volviera a encontrarse con su diente bajo la almohada en vez de la ansiada moneda.

Una hora después abandonaba el lecho sigilosamente maldiciendo a mi despistada pareja que seguía durmiendo tan feliz.

Metí un pié en la habitación y... "Mami, ¿que haces?" un par de ojitos abiertos como platos me observaban desde la semipenumbra. "Vengo a ver como estás, cariño. ¿Para qué otra cosa iba a venir? A ver a ver, deja que te dé un besito en la frente... pues ya no tienes fiebre. Muy bien, muy bien. ¡Ale! A dormir" Y tal como entré salí y me metí en la cama. Esta vez sí que me dormí hasta que el despertador sonó a las siete. Salté de la cama como un resorte y volví a intentar una incursión a la habitación de mi hijo. ¡Bingo! Esta vez roncaba apaciblemente. ¡Maldición! Tenía la cabeza justo encima de la zona de interés. Muy suavemente metí la mano por debajo y palpé en busca del objetivo. Nada. un poco más a la izquierda. Tampoco. Más a la derecha... ¡Jolín! ¿Dónde se había metido el maldito? Doblé todo lo que pude la almohada sobre la cabeza de mi primogénito que si no se despertó fue de milagro y por fin dí con él. Segundos después una moneda muy brillante ocupaba su lugar. ¡Misión cumplida!

Posdata: El señor marido no se libró de las iras maternas

10 comentarios:

  1. jajajajaja No he podido parar de reírme.
    No te habrá visto la jugarreta el otro retoño no? jejeje
    Besos

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    1. Espero que no!!!
      La verdad es que con los nervios ni me fijé jajaja

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  2. Jajajaja. Qué no haréis las madres... Un besote.

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  3. jajajaja :) estos hombres.... (suelen decir) jejejeje ¡vaya despiste!

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    1. Me confié demasiado jajaja
      La próxima vez me encargo yo en persona ;)

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  4. Uf!! me he puesto nerviosa leyendo el post!!! Menos mal que al final el ratoncito lo consiguió jajaj

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  5. Se llevó el rapapolvos correspondiente el mister espero! Porque sufren los niños, que lo suyo hubiera sido que realmente se encargase él. Muchas veces creo que no hacen las cosas porque SABEN que estamos ahí.
    Esas cosas me ponen muy nerviosa y muy furiosa

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    1. Sí que se lo llevó jajaja
      Normalmente sí que hace las cosas y se lo encargué porque yo soy una despistada y me daba miedo olvidarme, pero por una vez le falló el sentido de la responsabilidad. Eso es que debe tener demasiadas cosas en la cabeza. Sí que es verdad que se relajan demasiado porque nosotras somos las que siempre estamos ahí si las cosas fallan. A veces le digo que yo los crío y él sólo ayuda. No veas lo que le fastidia, ¡pero es la verdad!

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