¡Qué susto! Jugando en el parque un amiguito de Daniel, que se llama Dani, se cayó y se hizo una brecha enorme sobre el ojo. La madre mantuvo la calma mientras a mi me invadía un ataque histérico. Llamó a su madre para que cuidara del hermano mayor de Dani, de unos cinco años, y se encaminó al centro de salud con un bebé berreante.
Yo la acompañé porque me pareció que no era momento para dejarla sola, así que cogía a Daniel, al que no le hizo ninguna gracia que le dejara sin parque, y la seguí calle abajo.
Una vez en el centro tocó seguir los trámites. Primero la cola de urgencias, luego a la enfermera para que valore el caso, después a la pediatra para que estime hacer lo que sea necesario, otra enfermera para que le haga la cura y le dé lo puntos falsos (una especia de tiritas) y listo. Teníamos un bebé más calmado y con un ojo hinchado. En todo el proceso le fui pasando juguetes de Daniel a Dani para que se sintiera mejor. Al principio Daniel iba y se los quitaba en un repentino ataque de celos, pero finalmente consintió tras mucho insistirle y le dejó una pelota.
Cuando ya íbamos a irnos al pobre Dani se le cayeron los puntos falsos, supongo que con el sudor que le produjo el trajín no pegaron bien, así que su mamá lo volvió a meter en la consulta de la enfermera. Ahí yo me despedí ya para irme a casa con Daniel, que se estaba poniendo un poco nerviosito.
Al día siguiente, perogunté por Dani en la guardería y al pobre se le habían vuelto a caer los puntos, pero tenía la herida con mejor pinta. Cuando su madre lo vio decidió llevárse directamente al hospital a ver que podían hacer por él. Con lo inquietos que son estos bebés es imposible que la tirita se quede en su lugar por mucho tiempo.
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