Pobre Daniel. Llevaba un par de días con el estómago regulín. Y el viernes eso se tradujo en una pañalitis horrenda. Cómo tenía el culito mi niño. En carne viva. El sábado hasta le sangró un poco. Raúl y yo acordamos dejarle sin pañal un ratito para que le diera el aire a sus partes pudendas. Así que le pusimos unos calcetines altos para que no cogiera demasiado frío y lo dejamos trotar por la casa. Tenía un aspecto bastante ridículo, el pobre. Menos mal que no se dá cuenta. Y sí que le debía aliviar no tener el roce con el pañal.
Lo malo es que tuvimos que perseguirle fregona en mano para ir arreglando los desaguisados que montaba cada cierto tiempo. Los charcos de pises eran inevitables. Todavía es muy pequeño para avisarnos de que quiere ir al baño. Entonces había que fregar a conciencia y limpiar con toallitas al pequeñín.
No le solíamos tener así mucho más de media hora. Un ratito por la mañana y otro ratito por la tarde del sábado. Luego le poníamos de nuevo el pañal con una crema especial de Eryplast. Esta se llama Lutsine y al pequeñajo le va muy bien. Es una plasta muy espesa que casi hay que dar con pala. El pobre lloraba cada vez que le cambiábamos al pañal. Yo le distraía con canciones de cantajuegos, pero, aun así, debía dolerle mucho.
Menos mal que hoy lo tiene mucho mejor. Las llagas se han secado y ya no lo tiene tan rojo. Le he dicho a Raúl que les lleve la cremita a las chicas de la guardería para seguir con el tratamiento. A ver si dentro de un par de días vuelve a tener el culito lisito de siempre.
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