Raúl se ha tomado en serio lo de pasar más tiempo con su hijo. Ya lleva dos noches que me asegura que lo baña él y a mi me manda a hacer otras cosas, como la cena.
Mi marido ha bañado a Daniel muchas veces, pero hacía un tiempo que llegaba muy tarde de trabajar y le era imposible. A estas edades cualquier lapso de tiempo es muy grande y yo creo que no se esperaba las novedades con las que se iba a encontrar.
La principal es que este lagartijilla no para ni en la bañera, con lo que hay que tener muchísimo cuidado para que no se caiga y se dé un mal golpe. Tampoco se deja enjabonar con tranquilidad, y, lo peor de todo, es que le ha dado por chapotear con fuerza con el fin de empapar a su progenitor. Debe pensar que si él está mojado ¿por qué tú no?
De repente me llegaron los gritos del padre desde el baño: "¡No! ¡Daniel! ¡Para! ¡Eso no se hace!". Así que hice lo que cualquier madre hubiera hecho en mi lugar. Correr a por la cámara de fotos. Y no me arrepentí de hacerlo. Cuando llegué al lugar de los hechos, Daniel estaba en plena faena, el baño inundado y el padre completamente mojado y con cara de "Esto no me lo esperaba yo", que en cuanto me vio pasó a ser cara de "Lo estas malacostumbrando". A mi me entró la risa. Menos mal que la fierecilla de Daniel no asusta a su padre y me ha asegurado que lo va a bañar más veces.
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