Ultimamente el peque me regala unas perretas gratuitas monumentales. Normalmente al despertarse de la siesta. Le oyes llorar, corres a atenderle y... ahí está, desgañitándose y pegando patadas y puñitos al aire. Da igual lo que le digas o lo que le dés. El sigue a lo suyo. La única opción es dejarlo en un lugar blandito para que no se haga daño. Hablarle suavemente y ofrecerle el chupete de vez en cuanto. Llega un momento que deja de rechazarlo con violencia y se lo mete en la boca por fin. Entonces parece que se tranquiliza un poco y, o se vuelve a dormir, o atiende a razones, a su nivel de bebé, claro. No se puede pedir peras al olmo.
Al principio estas perretas me traían por el camino dela amargura. Me preocupaban muchísimo. Pero me he dado cuenta de que son ataques de pura rabia que nada tienen que ver con que se sienta mal o que le duela algo. Siguen preocupándome, pero intento llevar el tema de otra manera. Le hago caso y le hablo bajito para que se calme, pero no me vuelvo loca ofreciéndole todo lo que se me ocurre que pueda necesitar. Cuando se pone así se ciega y no quiere nada. Supongo que hay que dejar que se desahogue.
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