A Daniel le encanta jugar con papá. Me temo que la imaginación de su progenitor es aún mayor que la del peque. Cuando llego de trabajar me encuentro con estupendas cosntrucciones de Lego que dudo que mi hijo pueda ni imaginar. Hay que explicar que Raúl juega con el niño todas las mañanas antes de llevarle a la guardería. Normalmente nuestro retoño se levanta mucho antes de la hora a la que mi marido se pone el despertador, para desesperación del último, con lo que les sobra tiempo.
La última creación ha sido un supercamión larguísimo que mi hijo procedió a desmontar y destrozar en cuanto cayó en sus manos. Raúl se lo volvía a montar cuando el chiquitín le buscaba con algunas piezas en la mano y exigiendo que se lo arreglara. Yo le explicaba con paciencia que lo mejor era jugar con él sin romperlo. "Así, Daniel, mira. Hazlo correr por el pasillo" y así lo hacía el enano, hasta que me daba la vuelta y volvía a oir las piezas volar. En fin, mientras él se divierta y no se cargue las piezas de verdad...
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