Daniel por fin ha hecho sus pinitos hablando. Lo malo es que no lo ha vuelto a repetir. Ocurrió una tarde de lluvia que opté por subir a casa de una amiga a tomar un café. Cómo también tiene hijos mi pequeñajo se lo iba a pasar mejor que en casa, con sus conocidos juguetes.
El pequeñín voló más que corrió hacia el rincón de los juguetes, cogió un coche con cada mano y sentenció "mío". Nunca se lo había oído decir, así que me chocó un poco. Mas tarde encontró una escalera de mano a la que se agarró con todas sus fuerzas y exclamóa animoso: "A subí". Mi amiga y yo alucinamos. Entre las dos conseguimos arancarle de la escalera con bastantes gritos y lloros de por medio.
Cuando ya me iba, mi amiga se despidió de él y Daniel emitió un clarísimo "Adió". "Para que vayas diciendo que tu hijo no habla" me espetó mi acompañante, "¿A que sí que hablas, Daniel?" A lo que mi hijo contestó con un rotundo "¡No!" Y ya no volvió a repetir la experiencia. Sigue con sus onomatopeyas ininteligibles. Aunque a veces suelta un perfecto "¡Bibe!" o "¡Caca!", pero lo normal es que siga llamando a las cosas por una sílaba nada más. Por ejemplo "Perrito" es "Pe", "Calcetín" es "Tin" y "Mano" es "Ma". Es muy vago este chiquitín.
Aunque a veces, a nosotros ya nos llama "Papa" y "Mamá". No "Pa" y "Ma" como antes. Es un gran avance.
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