Me temo que mi hijo tiene una vena sádica. Hay oches e las que me tortura sin piedad. le oígo llorar y acudo rauda, veloz y con el ojo pegado. Alguna vez hasta me golpeo contra alguna pared. Son muchas noches sin dormir lo suficiente.
Cuando llego a su habitación atiendo sus necesidades: le doy agua o el biberón, le doy la manos, le acaricio la cabecita... Lo que haga falta para que se tranquilice y se vuelva a dormir. Cuando, por fin parece que su respiración se normaliza me vuelvo a la cama. Al ratito de posar mi cabeza en la almohada le oigo quejarse de nuevo. Otra vez a darle agua, calmarle, acariciarle... vuelta a la cama. Más lloros. Paciencia. Atender al pequeñín. Parece que se calma... ¡A la cama de cabeza! Ahora sí, ahora sí. Noooooooooo. ¡¡¡Por qué llora ahora?!! ¿Es que tiene un sensor que le indica cuando estoy cogiendo elsueño de nuevo? ¡Es una pesadillla! Pero te vuelves a levantar porque o te queda ora. Con un poco de suerte Raúl se ha despertado entre lloro y lloro y se ofrece a ir él.
¡Qué vuelva el invierno! Con sus noches frías y largas en las que el niños duerme mucho. Y su madre también.
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