jueves, 30 de junio de 2011

Tarde de juegos

Hemos comprado un colchón bueno para Daniel porque me parece importantísimo que descanse. Es un punto fundamental para su buena salud y la mía. Encontramos uno que nos gustó y lo encargamos al momento.


Cómo me lo tenían que traer esta tarde Daniel se iba a quedar irremediablemente sin parque o piscina, así que estimé que era un buen momento para preparale algunas actividades.


Me metí en internet y leí unas cuantas propuestas más que interesantes. Algunas en foros en los que las madres contaban sus experiencias. Siempre estupendas a la par que divertidas.


Qué pena que la realidad supere siempre a la ficción. Lo primero que me costó obtener fue la atención de mi hijo. Casi le tuve que arrastrar hasta la habitación de juegos porque estaba muy entretenido persiguiendo cruelmente a los gatos.

Una vez le tuve atento a mis palabras procedí a comenzar con el primer juego. Saqué todos sus zapatos, mezclados y revueltos. Cogía uno y le instaba a buscar la pareja insistiendo en que se fijara en los colores o detalles de cada zapato. Le encantó la idea por dos minutos, luego intentó escapar de mis garras. A lo mejor era un juego demasiado didáctico. No me desesperé. "¡Vamos a jugar al baloncesto de bebés!" me animé, "Eso le tiene que gustar más!". Cogí todas las pelotas que teníamos por casa, que no son pocas, y las metí en un cesto. "Mira Daniel" le expliqué, Tienes que intentar meter las pelotas en el cesto desde esta distancia". El chiquitín me miró un segundo antes de trotar hacia el cesto y tirar la pelota desde el borde. Después corrió a por la siguiente y así con todas. Luego las volvió a sacar desparramándolas por la casa, para volver a meterlas. Bueno, no era exactamente el juego, pero se lo estaba pasando bien, así que le dejé hacer.
Cuando se cansó también de las pelotas, procedí a preparar el siguiente juego, que no era otro que el de los tuppers, la pasta, los garbazos y las lentejas, que él ya conocía de otro día. En ese momento llegó el chico que nos traía el colchón. Cómo todavía era relativamente pronto decidí llevar al niño a la piscina. A toda velocidad comencé a preparar las cosas: toallas, crema solar, pañales, pañal-bañador, ropa de recambio... Me pongo el bañador a toda velocidad. Me visto. Y cuando voy a coger al chiquitín para meterlo en el carrito... Me lo encuentro la mar de entretenido con los tuppers. Le intenté convencer para que nos fuéramos, pero prefirió seguir a lo suyo, así que desistí.

Cuando se cansó de pasar comida de un envase a otro ya se había hecho la hora de su baño. Así que le metí en el agua y para variar le ofrecí unos vasos de plástico para que jugara. ¡Le encantó la idea! Luego no había manera de sacarle.

En definitiva, creo que se lo pasó muy bien y fue un día diferente.

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