Qué difícil es criar a los niños. Te sabes todas las torías, pero, a veces, es imposible llevarlas a la práctica. En muchas ocasiones son preceptos poco realistas.
Se supone que nunca puedes perder la paciencia con tu bebé. Que todo debe hacerse y decirse calmadamente, con suavidad y cariño. Pero cuando llevas toda la tarde soportando las rebeldías de tu hijo la más mínima cosa puede sacrate de tus casillas. Daniel se había portado mal en el parque y en casa tampoco se estaba luciendo. Encima la cena no le gustó y tuve que exprimirme el cerebro para sacarme otro plato de la manga. Si fuera mal comedor hubiéramos estamos allí hasta que hubiera engullido algo, pero como no es el caso levanté la mano. Me fui corriendo a la cocina para prepararle otra cosa sin darme cuenta de que le dejaba el agua demasiado cerca. Cuando volví el desastre ya se había consumados. la trona, el niño y el suelo estaban empapados. Empecçe a reñirle con seriedad, pero Daniel o dejaba de reirse. Supongo que eso fue la gota que colmó el baso. Dí un tremendo golpe en la bandeja de la trona con la palma de la mano y empecé a gritarle como una posesa. La reacción no se hizo esperar y el chiquillo torció la boca para, ecto seguido empezar a berrear. Eso fue suficiente para calmarme. Con delicadeza saqué a Daniel de la trona y me lo llevé al cambiador para ponerle otro pijama. Al principio quería irse con su padre, pero al ver que le hablaba otra vez dulcemente se me agarró como una lapa. Mientras le cambiaba le daba besos y caricias, así que empezó a reirse como un loco. Supongo que fue de alivio. Con voz calmada le fui explicando por qué mamá había perdido los nervios. No creo que se enterara de mucho, pero el menos nos íbamos tranquilizando los dos.
Le volvi a sentar en la trona para que cenara y Daniel se comió el nuevo plato como si no hubiera pasado nada. Estuve jugando con él un ratito y a la hora de irse a la cama todavía no quería despegarse de mi ni un segundo. Así que le dí el biberón y le acosté yo. Me sentía muy culpable por lo que acababa de pasar.
Dicen que si tu bebé te empieza a poer histérico te alejes de él unos segundos y luego vuelvas cuando hayas recargado tus niveles de paciencia. Intentaré contar hasta cien la próxima vez que Daniel se me suba tanto a la chepa como para que me dé un ataque de rabia.
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