La habitación apestaba a cebolla (un remedio natural para mitigar la tos), le ponía el Vicks VapoRub en la planta de los pies, a pesar de que está contraindicado su uso en niños menores de dos años. Pero es que estaba desesperada. El niño no dormía y yo tampoco. Hubo una oche que no pegué ojo y me fui al trabajo arrastrándome.
Finalmente llevé a Daniel a la pediatra, que me recomendó que le diera unas gotas de Romilar durante la cena para que el pequeño pudiera descansar. "A veces es más productivo que duerma a que expulso los mocos y las flemas a través de la tos". Este medicamento también está contraindicado para menores de dos años, pero la médico me aseguró que la cantidad que le iba a dar era mínima y que no había ningún peligro.
Así que le suministré el medicamento y... efectivamente, el niño tosió mucho menos por la noche y pudo descansar. Ni qué decir que la madre también pudo cerrar el ojo tranquila. Estábamos los dos de mucho mejor humor. Ahora Daniel está mucho mejor. Tose menos, incluso por el día, que no le doy el Romilar. Puede que hoy no se lo dé tampoco para la noche. A ver cómo sigue.










Cómo le gustan a mi niño las sillitas de juguete. Se las robaba a las niñas en los parques para poder empujarlas a placer. Y no es al único al que le fascinan. Todos los bebés que conozco se mueren por empujarlas. Harta de tanta disputa y guerra decidí comprarle una. En los chinos estaban baratas y eran seguras. La de Daniel viene con dos dispositivos para evitar un cierre por sorpresa y la consiguiente pillada de deditos. A Raúl no pareció importarle, pero no le hizo gracia el color: por supuesto, rosa. Por lo visto en el Imaginarium las hay azules, pero cuestan el doble. Al niño le da igual el color. Y a los otros niños a los que se la hemos prestado también. Así que estoy encantada con el nuevo juguete.














