jueves, 3 de febrero de 2011

¡Castigado!


Mi niño me toma el pelo. Hace travesuras y luego no hay manera de hacerle entender que esa conducta es inapropiada. Si me pongo seria  ni se entera. Si le grito me mira como si estuviera loca, si le doy una torta en el pañal o en la mano se ríe y luego quiere hacerme lo mismo a mí. Es desesperante. Menos mal que su padre ha dado con elsistema de castigo ideal para un niñoa tan activo. Lo siento en mis piernas la abrazo agarrándole los bracitos y lo inmovilizo explicándole por qué lo estoy castigando. El niño se debate y llora hasta que termino mi discurso y lo suelto. Al principio pensaba que era tan efectivo como los otros métodos que había probado, pero un día me hizo caso. Le dije que no tocara la tele, como insitió le castigué con el abrazo del oso. Le solté y volvió a por la tele. Le volví a inmobilizar, le expliqué de nuevo el motivo y cuando lo solté ya no se acercó más a la tele en toda la tarde. ¡Eureka! Lo habíamos conseguido. El niño ha entendido que cueando le castigamos de esa manera es porque está haciendo algo mal. Claro que no hay que abusar, porque si no el método se volvería poco efectivo, pero para las cosas graves se puede usar.

En el parque, la primera vez que inmobilicé a mi hijo, las otras madres se quedaron atónitas. No se esperaban que yo me sentara en medio del parque para abrazar a un niño histérico, pero es que le había pegado a otro niño y eso,  a mi entender, es grave. Alguna me pidió que lo soltara porque le daba pena, pero otras se solidarizaron conmigo y les explicaban a sus hijos que Daniel estaba castigado porque se había portado mal.

Vamos a ver si podemos educarle de una vez por todas, porque con la excusa de que es muy pequeño hace lo que le da la gana.

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