Vaya abrazos y besos que da mi niño. No todo son arañazos, tortas, mordiscos y tirones de pelos. A veces creo, que las garesiones también las realiza como muestras de cariño. El otro día se acercó sonriendo a su amiguito Luis y le dió una torta estupenda en el hombro. A lo mejor lo estaba saludando, pero a Luis no le hizo ninguna gracia y puso pies en polvorosa. Por si acaso venía otra.
El caso es que hay días que el niño se encuentra más mimoso y se agarra a tí con una fuerza descomunal. En ocasiones que me recibe en la guardería con besos babosos, que me encantan. En el parque sus amiguitas de cinco años le abrazan y él les devuelve el gesto cariñoso. Sobre todo Irene, que es una niña muy cariñosa. A mí se me cae la baba cuando hace esas cosas.
Un día, en el parque, le estaba regañando porque se había peleado con otro bebé cuando, de repente, hechó a correr hacia su amiguita María, de cinco años, que se estaba columpiando en ese momento. La chiquilla paró de columpiarse y se encontró con Daniel agarrado a sus piernas y berreando. "¿Qué quiere, que le deje el columpio?" me preguntó, pero yo no supe cotestarle. Se bajó del asiento para dejar espacio al bebé, pero Daniel no se subió sino que le dió un abazo y se quedó muy contento. "¿Por qué me abraza?" exclamó sorprendida María. "Porque eres su amiga supongo" sugerí yo. Qué listo el niño. Se escapa de mí porque le estaba regañando en busca del cariño de su amiga.
Otro día, se encontró con su amiguito Álvaro, que aún no ha cumplido el año, y se lo pasó bomba dándole besitos. Cómo sonreían los dos.
Más besos y más abrazos quiero yo. Y menos agresiones infantiles, que este niño es muy brutito.
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