Cuando fui a buscar al niño a la guardería me dijeron que tenía más de 38 de fiebre, pero que le había subido justo en ese momento de forma inexplicable. Mi único pensamiento fue que tenía que llevar a Daniel a casa lo más rápido posible para darle el apiretal. Nada más sacarlo a la calle le bajaron los grados con una rapidez pasmosa. La amiga con la que iba me sugirió que subiera a su casa un rato. "En tu casa te va a dar la tabarra toda la tarde y en la mía se lo va a pasar bomba porque los juguetes de mis hijos son nuevos para él". Al principio no me gustó la idea. Si el niño se encontraba mal era preferible levarlo a casa. Pero finalmente me convenció. Si veía que el bebé no estaba a gusto siempre podía irme. Y además, ella también tenía apiretal.
Así que subía a su casa. A Daniel le encantó la idea porque todos los juguetes eran nuevos para él. Ana, mi amiga, le enseñó el mundo de la plastilina. Y le encantó. Hubieron muchas peleas. Con tres niños es lo normal. Hubo un momento en el que Daniel enfiló a el hijo pequeño de Ana, que tiene unos meses menos que él, porque yo le había hecho alguna gracia, y le arañó la cara con alevosía. Pero fuera de ese incidente creo que se lo pasó genial. Cuando llegó a a casa estaba como una rosa.
Durmió fatal. me dió una noche de pesadilla. Cómo se levantó sin fiebre le llevamos a la guardería. De todas formas le dije a Raúl que le diera apiretal por si acaso. Efectivamente, a las once de la mañana ya me estaban llamando al trabajo para que fuera a por él porque le había subido la fiebre. Esperemos que se ponga bueno pronto.
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