domingo, 12 de junio de 2011

Un nombre es para toda la vida


Raúl y yo tenemos que decidir el nombre del hermanito. Ya sabemos que es un niño, así que ahora tenemos que ponernos a pensar en serio. En esta ocasión le toca a él elegir, pero, afortunadamente, yo tengo derecho a veto. Lo hicimos así con Daniel. Yo elegí el nombre si era niño y Raúl si hubiera sido niña.

Si en esta ocasión hubiéramos tenido una bebita se hubiera llamado Sonia, que era el nombre que había elegido Raúl la vez anterior, pero el destino se ha decantado por el sexo contrario, así que hay que volver a estrujarse las neuronas.

Cómo nos íbamos de fin de semana a Covarrubias aproveché el viaje de ida para arrinconar a mi marido y exigirle un nombre. Conduciendo no se podía escapar.

Daniel no me lo puso fácil porque estuvo muy pesado todo el viaje y no se durmió ni un minuto. Aún así no me amilané.

"Cariño" canturreé, "He hecho una lista de nombres. Si quieres te los voy leyendo y vamos tachando a ver si sacamos uno para el hermanito". Sin darle tiempo a contestar empecé con la retaíla. "Más despacio" protestó. Estuvimos un buen rato tachando y tachando. Uno, porque no le gustaba, otro porque no sonaba bien junto al de Daniel, otro porque era muy largo... Al final me confesó que él ya había pensado en un nombre desde hacía unos días. Emocionada, aunque un poco mosca por no habérmelo dicho antes para ahorrarnos la historia de la lista, le rogué que me lo dijera de inmediato.

"Conan", mi expresión daba a entender un "¡¡¿¿Me estas hablando en serio??!!". "Es un nombre que existe", se defendió muy serio. Yo ya sabía que no era una invención del creador del bárbaro cimerio, sino un nombre irlandés, pero estaba fuera de toda duda de que esto era un grandísimo VETO estuviera de broma o no.

"Entonces, qué te parece si le llamamos como el más grande superhéroe de todos los tiempos" Ay, ay, me eché a temblar. "¡Peter Parker! Españolizado sería Pedro". Eso ya era más normal. No era un nombre que me gustara, pero no estigmatizaría a mi niño de por vida. Y nadie lo iba a relacionar con el hombre araña. "¿Pero realmente te gusta ese nombre?" inquirí. "No, mucho, pero es tampoco hay ninguno que me guste más que otro" me soltó tan pancho. "Pues busca uno que me guste a MI" le contesté ya un poco mosca. Puso cara de contrariedad, pero me aseguró que seguiría pensando. Me da miedo lo que se le pueda ocurrir. Ya le he advertido que tiene que ser sencillo y conocido- Ya tengo bastante con el mío, que en la península no lo conoce casi nadie y me cuesta mucho que la gente lo entienda a la primera.

Si dejáramos la cuestión en manos de Daniel, seguro que el hermanito se llamaría "¡bibe!", "moto" o "¡nononoyno!".

2 comentarios:

  1. Hola!

    ¡Cómo me recordaste el tiempo en el que elegí nombre para mis hijos!

    A mí me tocó el privilegio de elegir el primero, y después de toda la vida diciendo que se llamaría Andrés... ¡le puse Alejandro!

    Con el segundo embarazo le tocó a mi marido, y me dijo que, si era niño, el nombre era negociable: Darío (yo no lo hubiera negociado, me encantó). Si era niña, me lo diría en dilatación, porque no quería que nadie le convenciera de que no era adecuado.

    Total, que el parto fue rapidísimo y él entró en el paritorio casi cuando la niña ya estaba fuera (se había ido al coche a buscar mi bolsa y su hija sigue siendo una impaciente). Cuando la matrona me preguntó el nombre le dije que lo sabría a la vez que yo. Allí mismo nos lo dijo. Había elegido Aitana y me pareció genial.

    Claro, que enseguida entendí por qué no quería decir el nombre. Su madre sigue diciendo que es horroroso...

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  2. Nunca llueve a gusto de todos. A mi abuelo le parece que Daniel es un nombre
    feo. Todavía me pregunta mis razones para llamarle así.
    Tanto Andrés, como Alejandro o Aitana son nombres preciosos. A mí Alejandro me
    encanta, pero es demasiado largo para mi marido. Nunca nos pondremos de acuerdo.
    Me veo en la sala de partos discutiendo el nombre.
    Tu marido sabe como crear espectación. Yo no hubiera resistido tanta emoción.
    Realmente tienes fe en él.

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