viernes, 16 de septiembre de 2011

La mala idea de Daniel

En mi opinión Daniel es un niño bueno. Travieso, pero esencialmente bueno. Aunque a veces saca a pasear su mala leche y te hace dudar. El otro día, sin ir más lejos, cogió velocidad en su moto y se dirigió directamente hacia un tambaleante bebé. Afortunadamente el padre estuvo atento y logró parale los pies a tiempo.

El que no tuvo tanta suerte fue el siguiente bebé que se le cruzó en el camino. Menos mal que iba a mucha menos velocidad y todo quedó en un susto, pero me pareció... ¡tan increible! Monté en colerá. Agarré al niñó y lo senté a pensar de una forma un poco brusca mientras me interesaba por la salud del pequeño Álvaro.

Su madre me aseguró que estaba perfectamente y que no me preocupara "Son cosas de niños" me dijo. Yo no podía creer que mi hijo guardara en su interior esas ansias asesinas. El niño intentó levantarse un par de veces, pero le volví a clavar en el suelo. Empezó a gimotear un poco. Sin dudarlo ni un segundo lo até al carrito entre amenazas de no volver a ver la moto en su vida y de que por hoy se había terminado el parque. Aún hubo padres que abogaron por su perdón, incluso la madre del bebé atropellado impunemente, pero yo seguí en mis trece.

Empujaba el carrito mientras reñía sin piedad al gimoteante Daniel. "Qué dura eres", "No ha sido para tanto", "Mujer, no lo ha hecho con mala intención..." ¡Que no! Yo vi su sonrisita sádica justo antes del accidente. Nada, nada.... a casa ahora mismo. Daniel gritaba perdón y lanzaba besitos para ablandar mi corazón, pero yo rebotaba sus tácticas que llegaban al resto de padres que no dejaban de abogar por él. Al final, cuando ya no hubo testigo de mi acto de madre blandengue, suavicé el tono, le hice prometer que nunca jamás volvería hacerlo y le di un millón de besitos. Eso sí, en casa, de la que no salió en toda la tarde. Por lo menos no ha vuelto a intentar atropellar a ningún otro niño. A mi sí, pero eso es más normal.

También me sentó muy mal el día que le vi propinarle patadas a un inocente perrito. La dueña lo negó todo cuando corrí a castigarle, pero yo había sido testigo directo de tamaña felonía. Finalmente Daniel le dió un besito al perrito y le pidió perdón. Por su parte el peludito le lamió la cara sin rencor y todo quedó en nada. Si es que cuando quiere es maravilloso. Menos mal que esa vena malvada le sale muy poquitas veces y normalmente es un encanto de niño.

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