Un día, estaba yo tranquilamente fregando los platos en la cocina, mientras que el pequeño Daniel se entretenía con cacharritos en la mesa para los desayunos. Le había facilitado un poco de pasta y unas patatas pequeñas para enriquecer su juego. El truco había dado resultado y el niño permanecía muy atento a intercambiar los alimentos de una cazuela de juguete a otra dando un respiro a su madre. Nada hacía presagiar lo que se avecinaba. Con la habilidad que corresponde a un bebé de casi dos años, Daniel dejaba caer la pasta al suelo descuidadamente. Incluso, en ocasiones, él mismo la tiraba. Cuando se le acabó el puñado que le había facilitado intentó convencerme para que se lo recogiera yo. Le expliqué pacientemente, sin interrumpir mi tarea, que lo había tirado él y que lo debía recoger él. Milagrosamente me hizo caso. Gozosa, pensé que ahora tendría unos minutos más para mí.
De repente, Daniel levantó la cabeza risueño "Mama, ven". Suspiré. Se había acabado la tranquilidad. Mi bebé volvía a requerir de mi presencia. Era tan dífícil comenzar alguna actividad con él cerca... Resignada me volví hacia el chiquitín. "¿Que quieres cariño? Mamá está fregando", pero el niño se mostró insistente. "Mamá, ven, ven". Sabía que seguiría erre que erre hasta conseguir su objetivo, así que me sequé las manos y dirigí toda mi atención hacia él. "¿Que quieres, mi vida?". Con una gran sonrisa abrió su manita para mostrarme lo que se había encontrado.
Algo se movió en mi estómago. El vello de la nuca se me erizó. No estaba preparada para lo que ví. En su mano tenía una repugnante cucaracha muerta. Dí un respingo horrorizada y durante unos segundos no supe que hacer. Afortunadamente logré reaccionar. Cogí una servilleta con manos temblorosas y venciendo mi tremendo asco a esos bichos. Obligué a Daniel a que la depositara en ella. Luego la tiré a la basura con la rapidez del rayo (servilleta incluída) y arrastré al chiquillo al fregadero para frotar sus manos a conciencia a base de Fairy.
El niño se sorprendió un poco, pero se dejó hacer. Finalmente le pareció hasta divertido. Le sequé las manos en un paño y se fue corriendo al lugar donde había encontrado la cucaracha. Probablemente con la intención de buscar otra. Sin haberme recuperado del susto lo arrastré fuera de la zona infectada pese a sus lloros y protestas. Conseguí llamar su atención hacia otro juguete y, mientras lo vapuleaba sin compasión, yo me armé de cepillo, recogedor, fregona, cubo y lejía. La pasta y las patatas: a la basura, sin contemplaciones. Los cacharritos: fregados. La zona sospechosa: desinfectada. Y los alrededores: fumigados. Ya podía respirar tranquila.
jajajjajajjajajjajajajajajajaja pero si es que este Daniel no la piensa que la hace !! ya me imaginaba algún desastre con las patatas refregadas por las cortinas o algo así!! Vamos para verte por un agujerito !!!
ResponderEliminarahhh que asco!!! jeeeeeejejeejej
ResponderEliminarte veo refregando media cocina, como en la pelicula Monster inc... jejej
muy buena tu entrada
un beso
Fue una experiencia horribleeeeeee!!!
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