El primer día de guardería lo tengo que contar de oídas porque yo estaba trabajando a esas horas y me lo perdí todo. Así que me tengo que fiar de la versión de Raúl. Según el padre, mi niño se despertó sin problema y estuvo todo el tiempo que duró el ritual de biberón, cambio de pañal, vestirse, desayuno del papi, etc... exclamando muy emocionado "¡cole, cole!"... Hasta que llegó el momento de sacarlo del coche para ir a clase. Entonces soltó un contundente "Cole, no" y empezó el drama. Raúl lo dejó en su clase sin contemplaciones mientras el peque se desgañitaba en los brazos de la profe a coro con el resto de los niños.
El segundo y tercer día sí que lo llevé yo. Al pobre se pegaron las sábanas. Le abrí la puerta y la persiana para que los ruidos y la luz lo fueran despertando. "mir, mir, miiiir" gemía por lo bajini mi pequeñín. Me daba mucha pena, pero no podía dar mi brazo a torcer. "Vamos cariño, que Manoli y Ana están deseando verte (sus profes)". "Cole, no" me contestó. Y ya no le saqué de ahí. Todo era "cole, no". Ya pude ensalzarle las maravillas de su clase, con la cocinita, los cochecitos, los muñecos... o del patio con los columpios de mayores, de sus amiguitos Carlos, Iker, Claudia, Patricia, Cristina, Nicolás... Nada, no hubo manera de ilusionarle con la idea. Ni de que soltara el chupete ni al perrito.
El "pete" logré arráncárselo in extremis en el portal, pero el perro lo llevó bien agarrado hasta la puerta de la guardería. Que fuéramos a comprar el pan y le diera un poquito le ánimo algo. Encontrarse con tantos camiones por el camino lo puso eufórico. Cómo con el padre va en coche se pierde todo eso. El camión de la basura acabó de alegrarle el día. Pero una vez a las puertas del cole volvió la cantinela de "Cole, no". Con mucho esfuerzo le convencí poara que entrara en su clase. Le llevé a la cocinita y se puso a jugar sin soltarme de la mano. Había llegado el momento de ser drásticos, así que haciendo de tripas corazón le dejé berreando en los brazos de su profe. Casi se me saltan las lágrimas a mi también.
Menos mal que al día siguiente se fue más conforme. Nos encontramos a un vecino que le ensalzo las bondades del cole y le hizo sentir importante. Además, le fui señalando por el camino a todos los niños que iban al cole como él. Así que esta vez entró por su propio pié y se quedó jugando con sus amiguitos a la pelota. ¡Todo un triunfo!
Lo normal es que le guste ir a la guardería porque allí se lo pasa muy bien, pero tantos días con papá y mamá es lo que tiene. Nos quiere más a nosotros que a todos los juguetes del mundo.
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