Hoy Raúl se va a una cena de trabajo tras una ardua reunión, así que he decidido no pensar en el millón de cosas que tengo que hacer por la mañana y reposar cómo me ha mandado el médico. Todo en vistas a la tardecita de esfuerzos que me espera. ¡Aaaaah! ¡Qué gusto! Pero cuanto más se duerme más se quiere, así que me he levantado derrotada para recoger un poco la casa y que no se diga que no he hecho absolutamente nada.
He ido despacito y tranquilamente a por mi peque. El día estaba especialmente caluroso y he llegado chorreando de sudor. Me dirigía al parque con mi pequeñín, porque si entro en casa ya no salgo, cuando me encontré con una amiga que iba a recoger a su retoño, que va a la antigua guardería de Daniel. Viéndome tan acalorada invitó a su casa a tomar café. ¡Qué demonios!, pensé yo, es un sitio nuevo para Daniel y hará menos calor. Acepté encantada y allí nos dirigimos. Luis y Daniel se llevan muy bien, pero también se pelean mucho. Me temo que Daniel tenía el día malo y estuvo berreando gran parte de la tarde. Resulta que ambos querían siempre el mismo juguete. Cuando convencías a uno de que otro juguete era mejor, el otro también lo quería. Nos tomamos el café entre hipido de uno e hipido de otro. Al final les puse un jueguecito en el móvil que tiene música y salen pajaritos, lo que les tuvo bastante entretenidos bailando una rayante melodía. En cuanto se despistaron les quité el móvil para descanso mío y de mi amiga.
Cuando parecía que iba a hacer menos calor nos atrevimos a bajar al parque un ratito. Allí Daniel también demostró que esa no era su tarde. Cuando los decibelios de su llanto empezaron aumentar más de lo debido me lo llevé a casa entre mimos y besitos. Me temo que estaba cansado.
En casa nos encontramos una sorpresa. A su papá le había dado tiempo de pasar por casa antes de la cena, con lo cual me ayudó a bañarlo (otra tragedia para Daniel, cuando siempre le ha gustado) y me lo dejó delante de la tele antes de despedirse de los dos y partir hacia el restaurante. Lo difícil ya está hecho pensé. Ahora a darle de cenar y a dormirlo. Con lo cansado que está no tardará mucho. Error. Daniel no quería ver la cama ni en pintura. ¡Pero que le pasaba hoy! Angustiada por la incertidumbre accedí a hacer algo que hacía muchos dís que no hacía para no volver a malacostumbrarlo: me tumbé a su ladito.
Por fin se ha dormido. A salir despacito no vayamos a liarla. Mi plan para acostarme esa noche temprano se estaba iendo al garete. Miré el reloj de la cocina...¡las diez! Recojo el salón y limpio la cocina en un tiempo record (las diez y media)... Y ¡a la cama! Pero..¿Qué es esta molestia? ¿Me estará dando pataditas iván? No, esto me suena, me es familar... Pero si es mi estómago rugiendo a mas no poder. Se me ha olvidado cenar. Buf. Bueno, no pasa nada. Piensa en algo que no ensucie demasiado y se pueda tener preparado en cinco segundos: ¡Un estupendo sandwich de... de... de ¡queso! Eso es. No hay peligro de toxoplasmosis y no tardaré nada en hacerlo. Tres bocados y para adentro. El estómago no se va a conformar con tan poco. A ver, a ver... Ya sé. Un yogurt. ¡Que cena más sana y recomendable! jeje. ¿Dónde están los yogures? Apartemos cosas. Aquí no, aquí tampoco... ¡uh, uh! ¿Esto que es? ¡Nocilla! ¡Qué sorpresa más agradable! Y detrás los yogures...que son más sanos. Que pone aquí: "Menos cacao y más avellanas". Hombre, las avellanas son muy sanas. A ver que dice el etiquetado: "Avellanas", sanísimas; "cacao desgrasado", y encima desgrasado, que mas puedo pedir; "leche en polvo desnatada", si es que todo es "light"; "emulgentes"... bla, bla, bla. El resto está en chino. Pues no se hable más. Generosa rebanada de pan de molde a rebosar de esta nutritiva y sanísima nocilla. Desde luego mi estómago quedó aplacado. Ahora un vasito de agua... ¡Crash! NO me lo puedo creer. El suelo está lleno de trocitos de cristal. Hay que limpiarlo bien para que el peque no corra peligro mañana. Barrer, barrer... fregar por si acaso... Parece que está todo en orden. Bebo mi agua (en otro vaso), miro el reloj, ¡las once! No puede ser. Mi debate interior sumado a la operación limpieza ha durado demasiado. Ahora sí que me voy a a cama. Espero que Daniel no se despierte muy pronto para exigirme biberón/agua/chupete/todas las anteriores.
¡Aaaaaah! me hundo entre los cojines, me hundo... ¡Buaaaaaaaaaaaaaaa! No puede ser. Miro el despertador las once y cuarto.
"Daniel, guapo, precioso ¿Tienes una pesadilla?" "Buaaaaaaaaaaa", "¿Agüita?", "Buaaaaaaaaaaa". "¿Pete?", "Buaaaaaaaaaaa", "¿Bibe?", "BUAAAAAAAAAAAAAAA", "¿Tienes pupa? ¿Me tumbo a tu ladito? ¿Hago el pino? ¿Palmas con las orejas? ¡¡¿Qué quieres?!!", "BUAAAAAAAAAA, BUAAAAAAAAA, BUAAAAAAA", "¿Quieres ir a dormir a la cama de mamá y papá?", "Snif, snif, snort, tíiiiiiii". ¡Ale! en bracitos a mi lado. Espero que se duerma por fin. Parece que sí. Mírale. Acurrucadito en mi costado. Tran tranquilito.... Ummm.. ¿qué es ese ruido? ¡No! ¡No, puede ser! Pues sí que es. Su padre ya está aquí. A pesar de que no ha hecho mucho ruido el niño, que aún no estaba completamente dormido le ha oído. "¡Papa, noooooo!, ¡Papá, noooo! ¡Allíiiii!". Parece ser que el plan de Daniel es mandar a su padre a su habitación y dormir él aquí conmigo, pero su padre no se amedrenta con nada y se ha tumbado también en la cama de matrimonio. "¡Buaaaaaaaaaa, buaaaaaaaaaaa!" ¡Que martirio! Mas besos, más caricias. Su papá y su mamá dorándole la píldora al máximo. Ya se duerme, ya se duerme, por fin... ¡Ough! patadón. Puf, que noche me espera, que noche...
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