Daniel cenó tan a gusto en casa de sus abuelas, porque le encanta como cocinan. No fue la estupenda cena que nos comimos lo adultos, pero a él le pareció un manjar de dioses, que es lo que importa.
Le llevamos el carrito de muñecas que le trajo Papa Noel y el comentario fue generalizado "¡¡¡Rosa!!", pero que quieren. No lo encontré de otro color a un precio tan competitivo. Daniel está encantado con su sillita de juguete y es lo que importa. Lo empuja de un lado a otro. Y como no pesa nada es muy fácil de manejar.
Estuvo jugando muy feliz con sus cosas y los juguetes que sus abuelas tienen en la casa para los nietos durante un buen rato. Su padre y su tío Luis decidieron ponerse a jugar a juegos de mesa y eso le pareció muy interesante a nuestro enanito, que dejó de darles la tabarra durante toda la partida. A rato, decidimos que ya era hora de que se acostara el bebé para que los adultos pudiéramos cenar tranquilos. Costó un poco que se durmiera porque estaba sobrexcitado, pero también estaba agotado y ya se le estaba notando.
Afortunadamente, este año Daniel me dejó tomarme las uvas sin sobresaltos. ¡Vaya logro!
Lo bueno de vivir cerca de Chari es que me pude ir andando tan tranquila a mi casa a eso de las dos de la madrugada, mientras Raúl se quedaba a seguir jugando con su hermano. El chiquitin se quedó a dormir con sus abuelas porque era una tontería despertarlo para llevármelo cuando íbamos a volver al día siguiente.
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