Mi niño me pega todos los virus. En cuanto lo noto pachuchillo me pongo a temblar, porque sé que la siguiente soy yo. Y ¿qué pasa cuando estamos los dos a morir? Pues que la mami se fastidia se levanta de la cama y se arrastra detrás del pequeñín, que no suele perder ni un ápice de su energía a pesar de la fiebre. A no ser que esté el padre. Entonces intento pasar en la cama todo el tiempo posible e ignorar las esporádicas visitas de mi hijo (a veces es imposible).
El problema es que Raúl viaja mucho ultimamente, así que tengo que cuidar yo del pequeñajo esté como esté. Chari, mi suegra, trabaja, la abuela de Raúl tiene un brazo dolorido ultimamente y tampoco es plan de dejarle a cargo de mi energúmeno particular. Y menos si está malito. Así que me voy tumbando como puedo en la habitación que elige mi niño para jugar. Desde luego aprovecho al máximo su siesta para dormir yo. Aunque siempre me parece demasiado corta. Y nunca he estado tan mala como para no poder cambiarle el pañal o darle de comer. Si se diera el caso llamaría a Chari o a la abuela de urgencia para que me ayudaran con el pequeñín. El caso es que cuando una es madre te das cuenta de que ya no puedes liarte la manta a la cabeza y mandar todo a la porra como hacías antes. "¡Estoy fatal! Que se pare el mundo si quiere, pero yo me meto en la cama a sudar y dormir como una condenada". Pues no, eso es cosa del pasado. Ahora el deber te llama en forma de berreo infantil. Una llamada que no puedo ignorar. aunque, a veces, cuando sé que es por una rabieta tonta y que no necesita nada, lo intente.
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