¡Qué difícil resulta compaginar la maternidad con el trabajo! No es solo que el niño se te ponga malo cada dos por tres porque comparte virus con sus amiguitos de la guardería, es que yo no he estado enferma tantas veces en mi vida. Entre pitos y flautas tienes que hacer malabares para pedir días y recuperar horas porque lo de los "dias personales" suena a chino en muchísimas empresas. Tampoco puedes cogerte vacaciones porque las tienes que reservar para cubrir las épocas en las que cierra la guardería, que suelen superar con mucho a tus escasos 22 días laborables. Y en eso tengo suerte, porque en mi anterior día eran 30 días naturales, que, lo mires como lo mires, acaban siendo menos.
Entre la casa (menos mal que Yoli viene una vez a la semana a limpiar), cuidar al niño, el trabajo, el segundo trabajo porque no llegamos a fin de mes y las horas que hay que recuperar sólo se me ocurre una cuestión: ¿Vida? ¿Qué es vida?
Y eso que no me puedo quejar mucho porque tengo a mi marido que se implica mucho (aunque a su manera, claro), no como otros, que cargan a la mujer con todo el trabajo de la crianza. También tengo a mi suegra, que hace malabares en su trabajo para poder cubrirme de vez en cuando los días de entrega en el periódico chino, y, sobre todo, para cuidar a Daniel cuando Raúl se va de viaje. La bisabuela hace lo que puede, que es mucho a su edad. Vamos, que todos ponemos nuestro granito de arena para que funcione este cuento chino de "la conciliación".
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