Mi obsesión estas navidades era que los Reyes le trajera a Daniel un caballito balancín. Y si encima era peludo y suavecito mejor. pero que se lo trajeran a Madrid, que luego en el avión me ibana decir que el caballito peludo viajaba en barco, pero que ahí no cabía. Así que yo soñaba con el día en que mi niño se encontraría con su equino.
Los días pasaron y papa Noel le trajo una mesa de actividades que le encanta, coches y un garage con el que aún no sabe jugar, aunque yo le estoy enserñando con mucha paciencia (lo destroza alegremente). Los Reyes le trajeron muchas cosas en Las Palmas para gran emoción del pequeñajo. Y una vez en Madrid le fui entregando poco a poco lo que allí le habían dejado. Hoy los libros de colores y sonidos, al día siguiente los cubos para construir y almacenar... Pero no veía el día para darle el caballito.
Esa misma noche lo montó Raúl. Y al día siguiente ya pudo disfrutar Daniel de su juguete. Yo no estaba pero dice mi marido que se balanceó un rato y después lo que quería era recorrer el pasillo con él. Así que cambió la modalidad balancín por correpasillos. Le quedan un par de centímetros para avanzar con comodidad, pero lo importante es que le gusta.
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